Desde
el principio, Nero había destacado como actor. Tenía carisma y naturalidad en
grandes cantidades, unas virtudes que unidas a su atractivo –era guapo, con sus
cabellos rubios perfectamente cuidados y sus grandes ojos de un vivo azul-
hicieron que no tardase en ganarse un nombre en el mundo del teatro. Le resultaba
fácil hacer papeles de héroe, de aventurero seductor de hermosas mujeres o de
noble príncipe, personajes a los que podía admirar y con los que sentía que
tenía algo en común. Durante años hizo papeles de este tipo, y fue aclamado por
la crítica y el público.
Pero
no era divertido. Se había acostumbrado a esos personajes, y ya no le suponían
ningún reto. Así que luchó, suplicó y besó cuantos culos hicieron falta hasta
conseguir el papel del vampiro Noshern, el gran villano de la obra clásica “El
vampiro y el caballero”. Noshern, el arquetipo de villano: sanguinario, frío,
malvado… Un monstruo, con motivaciones monstruosas y con el que resultaba
imposible sentirse identificado. Un personaje tan diferente a los que había
interpretado hasta ese momento como distintos son la noche y el día.
Hubo
mucha expectación el día del estreno de la obra; ese tipo de expectación que no
es más que morbo mal disimulado. Y es que, a pesar de los deseos de buena
suerte y las muestras de confianza de muchos compañeros y críticos, en realidad
todo el mundo pensaba que Nero iba a fracasar. El público acudió en tropel al
teatro esperando verle fracasar.
Nero
sabía todo esto, pero no le importaba. Era estimulante, y de haber sido una
persona corriente hubiese pensado exactamente igual que ellos.
Cuando
la obra acabó y bajaron el telón, un silencio atónito inundó el teatro.
Entonces, una solitaria persona se puso de pie y empezó a aplaudir. Fue seguida
por otra, luego por otra más, y así hasta que el mismísimo teatro pareció
estallar en aplausos durante más de una hora. Fue el mayor éxito de su carrera
hasta ese momento y según muchos expertos, la mejor interpretación jamás
realizada del vampiro Noshern.
Ganó
fama y prestigio, y todo el mundo le preguntó: “¿Cómo lo has hecho? ¿Qué
técnica has seguido para actuar tan bien?” Nero, con una sonrisa, siempre
respondía lo mismo: “No he actuado. Simplemente, he sido Noshern”.
Ahora,
años después, volvía a ser Noshern. Mientras caminaba entre los restos
destrozados de lo que había su hogar, entre los cuerpos sin vida de las
personas que había querido y que le habían querido, era Noshern. Necesitaba ser Noshern, un monstruo frío
y despiadado para el cual las personas no eran más que objetos sacrificables, o
de lo contrarío hubiese estallado en lágrimas y no hubiese parado jamás.
Y
no podía. Aún no. Antes tenía que encontrar a Eyre.
Había
conseguido recordar más detalles de lo sucedido. Tras huir de la Torre se
habían separado, Eyre a avisar a su familia para que se armasen y Nero a
alertar a los aldeanos para que huyesen. De lo que había pasado a continuación
sólo guardaba un vago recuerdo de gritos, sangre oscura derramada y huidas
desesperadas. No lograba recordar nada más, y realmente no estaba seguro de
querer hacerlo.
“¡Mi
hija! ¡Deja a mi hija!”
Cerró
los ojos y apretó los dientes con fuerza, desterrando a lo más profundo de su
mente las últimas palabras que había dicho su hermano. Ahora no tenía tiempo
para eso.
Avanzaba
sigilosamente por las calles de su pueblo en dirección a la residencia familiar
de los Malecchio (la familia de Eyre), protegido por las sombras y su
conocimiento del terreno. Se movía despacio, atento cualquier movimiento y
pendiente de cualquier ruido. Lo último que quería era toparse de cara con el
hombre de la Torre en una calle estrecha, sobre todo ahora que empezaba a
oscurecer.
El
silencio era casi total, roto sólo por el crepitar del fuego en la lejanía. A
su paso se encontró con muchos cadáveres (en cada uno de ellos el rostro de una
persona conocida, en cada uno de ellos dio las gracias, sintiéndose culpable,
porque no era Eyre), pero no vio ningún herido, ni escuchó ningún grito de
dolor ni ninguna súplica de ayuda. ¿Estaban todos muertos? ¿Todo el pueblo?
Con
la panadería y los edificios vecinos pasto de las llamas se vio obligado a dar
un rodeo por la calle Mayor que le retrasó aún más. Sería casi de noche cuando
llegase a la residencia Malecchio, pero la otra opción hubiese sido atajar por
el centro y eso hubiese pasado demasiado cerca de la Torre para su gusto. No le
gustaba ese maldito edificio, y después de lo sucedido no pensaba a acercarse a
ella en lo más mínimo.
Conforme
se acercaba a su destino aumentaban el número de cuerpos tirados, rotos en el
suelo. Hombres armados, soldados a los que Nero había visto durante sus visitas
a la residencia Malecchio y que servían bajo las órdenes del padre de Eyre,
protegiendo la región de las bestias salvajes y los ladrones. Hombres duros,
diestros con la espada y protegidos con armaduras de resistente metal.
Al
igual que el resto habían caído ante el hombre de la Torre. Sus armas y su
experiencia no les habían servido de nada.
Saltó
por encima de los restos de una barricada hecha pedazos, cubierta con la sangre
de sus defensores, y llegó a lo que en tiempos mejores –sólo unas horas antes, aunque
parecía que había pasado toda una vida- había sido la residencia Malecchio. De
la impresionante mansión, dividida en dos alas de dos pisos de altura cada una,
no quedaba prácticamente nada. Un ala había sido totalmente destruida, como
golpeada por un terremoto de fuerza descomunal que hubiese arrancado los
cimientos de la tierra y luego los hubiese dejado caer de nuevo. Nero podía ver
vigas partidas y restos humanos entre las toneladas de escombros, y supo que
nadie podría haber sobrevivido allí.
La
otra ala se mantenía en pie, aunque en un estado desastroso. Buena parte del
techo había caído, y lo que antes eran paredes firmes ahora tenían numerosas
grietas y agujeros, algunos de ellos tan grandes que un hombre hubiese podido
pasar por ellos sin encoger los hombros.
Ya
era noche cerrada, con la Luna brillando con un resplandor pálido a su espalda,
cuando Nero caminó hacía esa ala siguiendo la esperanza cada vez más pequeña de
encontrar viva a su prometida. Entró a través de las grandes puertas de roble
que daban al salón, ahora derribadas y cubiertas de polvo, y atisbó en la
oscuridad.
-¿Eyre?
–gritó, tan fuerte como pudo. -¿Estás ahí?
Silencio.
-¿Eyre?
Espero
un poco, rezando por una respuesta. Apretó los puños con fuerza, clavándose las
uñas en las palmas de las manos, mientras los segundos pasaban sin que nadie
respondiese.
-Nero…
La
voz era poco más que un susurro, pero Nero pudo oírla claramente en el silencio
reinante. Prácticamente saltó hacía ella, corriendo en la oscuridad, esquivando
los obstáculos a los que apenas podía ver, ignorando los cortes y golpes que se
dio cuando no lo lograba.
-¿Eyre?
–repitió en tono apremiante cuando llegó a la habitación de dónde creía venía
la voz. -¿Eres tú?
No,
no era ella. Aún en medio de una oscuridad casi absoluta, con el débil
resplandor de las estrellas a través de una ventana, podía ver que no era Eyre.
Era un cuerpo mucho más grande, un cuerpo roto y sangrante que se debatía entre
los escombros del tejado.
-Nero
–dijo el superviviente. Su voz era débil, agónica, y Nero se llevó una sorpresa
mayúscula al descubrir en ella al padre
de Eyre. –Nero…
El
actor se agachó ante el hombre que iba a ser su suegro, un hombre que era
fuerte como un toro y que parecía indestructible. Había participado en guerras,
había resistido lo peor que puede ofrecerte el mundo, había prosperado y
formado un hogar, y ahora yacía agonizando en la fría oscuridad, entre los
cuerpos sin vida de su familia. Agachado junto a él, con su enorme mano fría
entre las suyas, Nero sintió como el personaje de Noshern se hacía pedazos y
volvía a ser él mismo, un pobre actor superado por el desastre.
-¿Te
encuentras bien? Puedo… ¿puedo hacer algo para ayudarte? Puedo buscar un
médico, alguna… Tiene que haber algo que pueda hacer…
¿Qué estoy diciendo?,
pensó Nero. No tiene sentido. Nada de
esto tiene sentido.
-Escúchame,
Nero –dijo el antiguo soldado entre toses. Su voz se apagaba, como una vela que
se consume pero que se resiste a dejar de brillar en un último y titánico
esfuerzo. –Se la ha llevado… Esa cosa se ha llevado a Eyre.
Con
sus últimas fuerzas le apretó las manos, y entonces murió.
Nero
se quedó quieto, congelado, durante unos minutos, sosteniendo la mano muerta
del hombre que ya no podría ser su suegro. ¿Cuántas vidas cómo ésta habían
acabado hoy? ¿Por qué? ¿Por qué había pasado esto?
Se
puso en pie, despidiéndose en silencio del antiguo soldado. Apretó los puños,
manchados con la sangre del recién muerto, cogiendo fuerzas. Sería Noshern, el
monstruo frío y desalmado. Sería un príncipe, seguro de sí mismo y astuto.
Sería un héroe, valiente y decidido.
Sería
cualquier cosa con tal de salvar a la persona que quería.
Miró
por la ventana. Sólo había un sitio dónde el asesino podía haberse llevado a
Eyre.
La Torre. La maldita Torre.
Al principio se me hacia algo brusco el paso de la anterior parte del capitulo a esta segunda mitad, pero después de leérmelo otra vez, me ha parecido mas ligado.
ResponderEliminarMuy buena idea el flashback que Nero utiliza para filtrar lo ocurrido. Como has tratado su forma de afrontar el desastre, no a base de lloriqueo, sino enriqueciendo la psicología del personaje, describiendo la capacidad que tiene de cambiar de rostro.
Me ha gustado especialmente la última parte, cuando encuentra al padre de Eyre y describe su cuerpo, mientras recuerda lo que ha sido su vida. Muy bueno cuando le ofrece consuelo.
Una vez pasado el momento de decisión y llegue el momento de reflexionar y enfrentarse al hombre que vino de la torre. Como piensa poder vencerle después de lo que ha hecho?, Tengo ganas de ver como planea hacerlo, o si simplemente seguirá adelante sin pensar en las consecuencias de sus actos.
A todo esto, me ha sorprendido que Nero no sea una persona corriente, sino que es un personaje importante en la sociedad de la región. Supongo que por ahí irán los tiros en cuanto a sus planes para recuperar a Eyre
Gracias por comentar, Jaime.
ResponderEliminarEsta parte me gusta especialmente tanto por el trasfondo que se le da a Nero como por las emociones que transmite. Como él mismo dice no es más que un actor superado por una desastrosa situación, pero intenta sacar fuerzas de donde puede para salvar a la persona que quiere.
Creo que te sorprenderá lo que tiene planeado...
Genial! Lo mejor hasta ahora me ha gustado mucho
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