lunes, 24 de septiembre de 2012

Capítulo 3 (Parte 2) - El fin de una vida


No ha salido exactamente cómo me esperaba, pensó Nero.
Había comprobado que Eyre estaba bien y conseguido que el asesino se alejase de ella, lo que cual entraba en sus planes. Lo de la ballesta había sido toda una sorpresa... teniendo en cuenta su práctica con las armas, ni siquiera esperaba lograr acertar en el blanco. No había servido de nada, claro, pero su actuación había quedado mucho más realista. Había acabado bordando el papel de héroe: valiente, decidido y un tanto estúpido. El tipo de persona que atacaría de frente sin tener un plan preparado.
Contaba con haber convencido al público de su actuación.


El asesino le seguía de cerca. No había conseguido ganarle mucha distancia, a pesar de la oscuridad y la ventaja que le daba el conocerse las calles de su pueblo como la palma de su mano. Quizás esa cosa no necesitaba la luz para poder ver… En eso no había pensado.
Saltó por encima de unos cascotes y siguió corriendo, las piernas cansadas, el costado ardiendo de dolor tras una mala caída y el corazón a cien por hora. Su respiración sonaba como un viejo fuelle a punto de explotar. No podría seguir manteniendo este ritmo por mucho tiempo: él era un actor, no un atleta. Antes o después le atraparía, y entonces…
Me matará.
Su cuerpo aguantó justo lo suficiente para entrar a la casa de Gregory, un mercader de lana del pueblo. Era una casa relativamente grande, con dos pisos de altura y habitaciones mucho más espaciosas que las que tenían las casas vecinas, muestra de la riqueza que había invertido su propietario en ella.
Por supuesto esa riqueza no le había servido de nada contra el asesino. Había muerto como todos los demás, y ahora su casa en la que tanto había gastado estaba prácticamente destrozada. Columnas partidas, paredes tiradas abajo, grietas por doquier… era un milagro que no se hubiese derrumbado.
En el suelo del recibidor estaba el martillo de guerra del padre de Eyre. Había sido el arma favorita del viejo soldado: con una longitud de ochenta centímetros acabados en una mortal cabeza de metal, destrozaba las armaduras como si fuesen de papel. Nero la había dejado ahí antes de ir a la Torre, previniendo que era demasiado pesado para cargar con él durante todo el camino. Además, era aquí donde le sería útil.
Cogió el martillo con las dos manos y con un movimiento rápido lo levantó y lo apoyó contra su hombro, para así poder cargar con su peso más fácilmente. Subió los escalones (la madera vieja crujiendo a su a paso) que daban al segundo piso rápidamente y con decisión, ignorando los pinchazos de dolor de sus piernas y el cansancio que le invadía. El asesino le encontraría en cualquier momento, y debía de estar preparado.
La escalera daba a un pasillo estrecho y alargado, con puertas a los lados. Nero abrió la primera con la que se encontró con un golpe de hombro y entró a la habitación, que no era otra que el dormitorio del mercader.
Había señales de batalla por todas partes: la cama partida en dos, muebles tirados por el suelo, cristales rotos de la ventana… Había un par de guardias muertos sobre los destrozos, y el propio mercader estaba en una esquina, tumbado sobre un charco de sangre.
Nero apartó la vista de la masacre y se concentró en lo único que importaba: la columna. Con el edificio tan destrozado y las paredes de carga tocadas, la columna de madera que había en el centro de la habitación era lo único que sostenía el techo. Y no aguantaría mucho tiempo; por cómo se tambaleaba y se resquebrajaba estaba claro que no tardaría en romperse. Nero no era un experto, pero suponía que era demasiado peso para un único punto de apoyo. Seguramente bastaría con un golpe bien dado para que toda la casa se viniese abajo.
O eso esperaba.
Levantó el martillo y separó las piernas, preparándose para golpear la columna con todas sus fuerzas. Se quedó quieto, aguzando el oído, mientras esperaba a que el asesino entrase a la casa.
¿Por qué no viene? ¿Qué está haciendo?
Esperó, con una gota de sudor frío cayéndole por la frente. Los brazos le ardían de tener el martillo levantado, pero esperó.
Y entonces lo escuchó: el sonido de unas pisadas en el piso de abajo.
Nero contuvo el aliento mientras las pisadas sonaban cada vez más cerca, apretando con tanta fuerza el mango del martillo que los nudillos se le marcaban rojos. Aún no era el momento. Un poco más. Golpearía cuando estuviese seguro que ese monstruo no pudiese escapar.
Los escalones crujieron.
Nero gritó y golpeó con todas sus fuerzas la columna, provocando una explosión de astillas de madera. El martillo se le resbaló de sus manos, temblorosas y doloridas tras el impacto, mientras la columna empezaba a doblarse y partirse. Nero no dudó, corrió hacía la ventana y saltó a través de ella, las manos por delante para protegerse la cara de los cristales rotos.
Había juntado un montón de desperdicios para amortiguar su caída, pero aún así el choque contra el suelo fue tan violento que le arrancó un grito de dolor.
-¡Agh! ¡Mierda! –exclamó, con la boca sabiéndole a sangre. -¡Joder!
El estruendo de la casa derrumbándose apagó sus gritos. Primero cayó el tejado sobre el piso superior, y pocos segundos después la estructura entera se vino abajo con un estallido ensordecedor. Una nube de escombros y polvo se abatió sobre Nero, que se protegió como buenamente pudo haciéndose un ovillo y cubriéndose la cabeza con los brazos.
Pasaron varios minutos antes de que Nero pudiese ponerse en pie, entre toses. Se sentía como si le hubiesen pegado una paliza, escuchaba un pitido constante por el oído izquierdo y tenía el pelo hecho un horror, pero seguía vivo. Podía haber sido mucho peor.
Se pasó la mano por la cara para quitarse el polvo, haciendo un gesto de cansancio. El edificio entero se había derrumbado como un castillo de naipes sobre el asesino, enterrándolo bajo toneladas de escombros. Nero confiaba en que eso fuese suficiente.
Ahora, a rescatar a Eyre.


-¿Nero? ¿Eres… eres tú?
-Sí, soy yo. Ya estoy aquí.
El fuego aún rugía a un lado, iluminando la Torre con destellos rojizos. Nero se agachó junto a Eyre, examinando las ligaduras que la ataban de brazos y piernas. Cuerda resistente y nudos complejos; tardaría una eternidad en desatarla. Miró a su alrededor buscando algo que le ayudase a romperlos.
-¿Qué ha pasado? –preguntó Eyre, su voz un tono más agudo de lo normal por el miedo. Desde su posición estirada boca abajo en el suelo intentó mirar hacía más allá de la zona restringida, sus ojos abiertos de par en par escrutando en la oscuridad. -¿Dónde está?
-He acabado con él –respondió Nero. Sus ojos repararon en la figura partida en dos de Derrick, su viejo amigo. Su espada de metal yacía tirada a un lado, y parecía muy afilada. Se agachó para recogerla.
-¿Has acabado con él? –repitió Eyre, frunciendo el ceño. -¿Cómo?
-Le he tirado una casa encima.
Eyre lo miró fijamente.
-No creo que eso sea suficiente para matarlo, Nero.
¿Qué? Nero se quedó congelado.
-Yo vi como los guardias lo combatían, Nero –continuó Eyre, mortalmente seria. –Paso sobre ellos como una hoz segando trigo, destrozando las barricadas, las paredes y todo lo que se interponía en su camino como… como si no fuesen nada-. Hizo una pausa durante un instante, su mirada perdida en los recuerdos. -Sea lo que sea ese hombre, tirándole una casa encima sólo habrás conseguido detenerle un rato.
“Vete, por favor. Vete antes de que te encuentre de nuevo”.
Un estremecimiento recorrió entero a Nero al sentir la súplica de Eyre. Nunca la había visto así, tan vulnerable. Tan asustada.
-No –respondió con firmeza, tragando saliva. – Si vuelve puedo distraerlo, hablar con él para ganar tiempo; cualquier cosa. No pienso abandonarte.
-No seas estúpido, Nero –dijo Eyre mientras él se arrodillaba y empezaba a cortar las cuerdas que le ataban las piernas, utilizando la espada como una sierra. Al estar tan sujetas no se atrevía a hacerlo de otro modo por miedo a lastimarla. –No podrás hablar con él: está loco. Las cosas que me ha dicho… -se mordió suavemente el labio inferior, asustada. –Cree que esto es un juego, y que para ganar sólo puede dejar a una persona viva de todo el pueblo. Cree que tú eres…
El fuerte estrépito del metal haciéndose pedazos la interrumpió. El asesino había entrado a la zona restringida tirando abajo una sección entera de la reja, y ahora permanecía de pie sobre sus restos. Ninguna herida, ningún moratón en su pálido rostro. La única prueba que Nero podía ver de que le había tirado una casa encima era el polvo que le cubría.
El asesino le miró con sus oscuros ojos que parecían un pozo al abismo, y Nero sintió como su voluntad se desvanecía. Fue un milagro que no dejase caer la espada.
-No –dijo Eyre con un hilo de voz.
No quiero morir.
El miedo se apoderó de su corazón, dio fuerzas a sus piernas y eliminó el cansancio que sentía de un plumazo. Todo su cuerpo le pedía a gritos que huyera, que dejase atrás a Eyre y huyera de ese hombre que había venido de la Torre y que era una promesa de muerte. Mejor vivir siendo un cobarde que morir y ser un cadáver más, un rostro vacío mirando el cielo con ojos muertos.
No quiero morir.
Lo había intentado. ¡Había derribado una casa encima suyo, por Dios! Nadie podría recriminarle nada. Huiría, y cuando el asesino hubiese acabado lo que tenía que hacer –una muerte más, había dicho Eyre- regresaría y enterraría a los caídos. Lloraría, y toda su vida se sentiría culpable por haberla traicionado, pero seguiría vivo.
-Hazlo –dijo Eyre, apenas un susurro. Nero la miró, llorando de miedo pero con los labios apretados firmemente. - Márchate y sálvate tú.
Lo sabía. Sabía que la abandonaría.
Y entonces se dio cuenta. Nero Van Der Nero era un cobarde, dispuesto a sacrificar la mujer que quería para salvarse.
Pero él no tenía porque ser Nero.
No dejaré que muera.
Acabó de cortar las cuerdas que sujetaban las piernas de Eyre con un movimiento brusco, y la ayudó a ponerse de pie. Una sonrisa confiada apareció en su rostro mientras plantaba cara al asesino, la espada ante sí y su prometida a la espalda.
Sé el personaje. Vívelo.
-¿Qué… qué estás haciendo? –pregunto Eyre, estupefacta. –No puedes…
-No te preocupes, amor mío –respondió Nero con la seguridad de un héroe que nunca ha perdido una batalla. Blandió la espada en el aire, calibrando su peso. –Saldremos de ésta. Confía en mí.
-No, no lo haréis –replicó el asesino, dando un paso hacia adelante. Una vez más centró su mirada hechizada en Nero, pero esta vez no tuvo efecto alguno. La profunda oscuridad que mostraba no era nada para un héroe de verdad como el que en estos momentos era Nero.
-¿Eso crees, monstruo?
El asesino se detuvo. Si no fuese porque parecía imposible, Nero hubiese jurado que estaba dudando qué hacer.
-Pues te equivocas.
Nero le lanzó la espada al asesino, y sin esperar siquiera a ver si golpeaba a su objetivo se giró y le dio un suave empujón a Eyre para que se pusiera en marcha.
-¡Vámonos de aquí, rápido!
Salieron corriendo tan rápido como podían, con Nero ayudando a su prometida que apenas tenía fuerzas en las piernas tras tantas horas estirada. En seguida escuchó pasos apresurados a su espalda, pero los ignoró, concentrado como estaba en ayudar a Eyre. Ahora ya corría tan rápido como él, pero al ir con las manos atadas a la espalda le costaba mantener el equilibrio. Si se caía, el asesino la alcanzaría sin remedio.
-¡Vamos! ¡Vamos!
Al estar tan pendiente de los movimientos de su prometida Nero no reparó en un trozo de metal deformado que había en el suelo, proveniente de la destrozada verja que rodeaba la Torre. Tropezó con él y cayó al suelo con una exclamación de sorpresa e incredulidad.
-¿Qué… -empezó a preguntar Eyre al escuchar la caída. Las palabras murieron en su garganta cuando vio lo que había sucedido.
-¡Vete! –le ordenó Nero, haciéndole un gesto con la mano. Aún seguía en el papel, héroe hasta el fin. De todas maneras ya era demasiado tarde para huir.
-¡Vamos, cabrón! –le gritó al hombre que los perseguía. Sólo necesitas una muerte más. -¡Ven a por mí, hijo de puta!
El asesino cargó contra él, rápido como una centella. Extendió el brazo derecho hacía atrás, preparando el golpe.
Nero cerró los ojos.
No sintió dolor, sólo unas gotas de un líquido caliente que le golpearon la cara.
Sorprendido, abrió los ojos. Y de inmediato deseo no haberlo hecho.
-No… no, no, no, no…
Eyre estaba de pie ante él, con el puño ensangrentado del asesino atravesándole el pecho. Se había puesto delante suyo. Lo había protegido.
El asesino retiró el brazo y Nero se lanzó hacía delante, cogiendo el cuerpo de Eyre entre sus brazos antes de que cayese al suelo. La sangre que se derramaba por el agujero abierto de su pecho cubrió de rojo la ropa de Nero.
-Eyre, no –suplicó Nero, destrozado. El héroe había desaparecido, ahora sólo quedaba Nero, con los ojos cubiertos de lágrimas mientras sostenía el cuerpo agonizante de su amada.
Tiene que ser mentira, pensó Nero. Está actuando, fingiendo su muerte para engañarle y que piense que la ha matado. Tiene que ser eso.
Pero era real. La sangre era real, su respiración entrecortada era real, su rostro pálido mirándolo fijamente era real. Todo era real.
-Yo… -intentó decir Eyre, pero una tos sangrienta se lo impidió. El brillo de sus ojos se apagaba; su vida se apagaba. Aún así, sonrió mientras miraba al hombre con el que se tendría que haber casado. –Siempre te qu…
No acabó la frase.
Nero aún tardó un rato en darse cuenta que había muerto.
-Es lo que tenía que pasar- dijo el asesino.
Caminó de vuelta por la zona restringida, dirigiéndose a la Torre plateada que se alzaba hasta los cielos. Su mano derecha aún goteaba sangre; la sangre de Eyre.
-Te mataré –prometió Nero, abrazado al cuerpo cada vez más frío de su amada. Su voz era odio y rabia, dolor y pena. Sus amigos, su familia, su amor. Todo se lo había arrebatado. Todo. -Aunque tenga que perseguirte por cientos de mundos, aunque me cueste el resto de mi vida, te mataré, ¿me oyes? Acabaré contigo.

El asesino tocó la torre, y desapareció.

4 comentarios:

  1. En la segunda parte del capitulo, lo que no me convence es la parte en que Nero adopta el personaje de héroe. Das a entender que cuando utiliza sus alter ego, se transforma completamente en ellos, como deduzco por la parte en que dice que es capaz de ignorar la mirada del extraño. Sin embargo, después de decirle a Eyre que no se preocupe, decide tirarle la espada y salir corriendo, por lo tanto no es así, no lo encuentro muy coherente.
    Me gusta especialmente la parte en que el duda si dejar a Eyre ante la llegada del extraño, sobretodo la parte en que describe sus miedos, y como lo enlazas con la frase en que el no tiene que ser necesariamente un cobarde, igual lo que falla es el personaje que ha escogido.
    En la parte que precede, cuando encuentra a Eyre tirada, me falla el que ella le pida que la abandone para salvarse. Me parece demasiado melodramático, le resta interés a la muerte de ella por saturación de drama. Encontraria mas lógico que le urgiera a darse prisa con las cuerdas.
    El resto de la segunda parte bien, sobretodo el momento en que Nero cae, precisamente cuando esta pensando en la posibilidad de que le ocurra eso a Eyre.
    Luego otra cosa que supongo forma parte de la trama. Cuando se encuentra a Eyre en la explanada de la torre y ella le explica que el extraño cree que todo forma parte de un juego, llega a decirle a Nero que el asesino cree que el es...y ahí se corta. Luego da la sensación de que daba igual a quien matase. Igual estaba todo planeado y el asesino solo intentaba llamar la atención de Nero.

    En la primera parte, no me convencía la forma en que se suponía la casa tenia que derrumbarse, pero vuelto a releer, tiene sentido. Me gusta la planificación que hace Nero, dejando el martillo y tal.

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  2. Hola Jaime,
    En este momento de la historia Nero puede "transformarse" en otra persona que actua, sin embargo, muy en el fondo sigue siendo él mismo. Por eso puede actuar distinto a como lo haría su personaje si cree que es lo mejor.
    Estoy pensando seriosamente de cambiar lo que dices que te parece muy melodrámatico, lo de poner lo de las cuerdas tampoco lo veo mal.
    En lo que comentas que Eyre está a punto de decirle una cosa a Nero y entonces se corta, tienes razon al suponer que forma parte de la trama. Lo que iba a decirle Eyre era muy importante, y se vera mucho más tarde en la historia. Pero sí, si que importaba a quien de los dos matase,y de hecho mucho.

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  3. por que sobrevive el? no se entiende... si la quería matar pq no lo hizo antes? (tenía que pasar)

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  4. La explicación para la supervivencia de Nero se verá bastante más adelante en la historia... casi al final de la novela.

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