lunes, 29 de octubre de 2012

Capítulo 6 (Parte 1) - De hormigas y hombres


La televisión encendida era la única luz en la habitación. Los ojos de Peter no se separaban de la pantalla, devorando con ansia cada escena que veía.
-En esta casa –decía Homer, el gordo e irresponsable padre de la familia Simpson-, ¡obedecemos las leyes de la termodinámica!


En el rostro de Peter apareció una sonrisa que ya no desapareció durante el resto del capítulo, y que se prolongó incluso cuando la televisión cambió a un documental sobre la cultura pop de los años 90. Había visto cientos de episodios, series y películas, leído infinidad de cómics de superhéroes, jugado a incontables videojuegos y estudiado bibliotecas enteras de libros, y podía recordar perfectamente todos y cada uno de ellos. Los Simpson, Super Mario, Batman, la guerra fría, el Iphone 5… La información estaba registrada en su cerebro, lista para ser recordada cuando él quisiera.
“¿Cómo te llamas?
Peter no sabía de quién era la voz, pero sentía que era de vital importancia que respondiese.
-¡Despierta, Peter! ¡Tienes que despertarte!
La voz reflejaba miedo y urgencia, ¿de quién podía ser? Le urgía a abandonar su sueño, a afrontar un mundo lleno de conflictos y dificultades. Normalmente se hubiese despertado en seguida, pero en esta ocasión se resistió, cansado tras los esfuerzos realizados durante los últimos días.
-Sólo cinco minuto más –respondió aún dormido, sintiendo como de nuevo el sueño se cernía sobre él. –Aún es pronto para ir al colegio.
-Mi nombre es Peter… Peter Rodríguez.
Frunció el ceño. Se había sentido extraño diciendo su nombre, lo cual no tenía ningún sentido. Él era Peter Rodríguez. Siempre había sido Peter Rodríguez.
“¿Cuál es tu misión?”
-Mi misión…
-¡Peter, despierta!
Esta vez Peter no pudo resistirse, ya que fue abofeteado varias veces con golpes rápidos y desesperados que le arrancaron del sueño. Abrió los ojos e iba a protestar por sus doloridas mejillas cuando vio la expresión de terror de la joven –Sara, recordó que se llamaba- y escuchó los crujidos por todas partes. Unos crujidos rápidos, quitinosos y que hasta la llegada a este mundo Peter sólo había escuchado dos veces antes: en documentales y en películas cutres de serie B de los años setenta.
Oh, mierda, pensó Peter con un escalofrío. Insectos gigantes…
-¡Nos atacan hormigas! ¡Levántate, rápido!
No hizo falta que se lo dijera dos veces. El terrestre se puso en pie, todo su cuerpo en tensión. Aunque era de noche se veía bastante bien debido a las dos lunas que brillaban en el cielo, así que no le costó mucho divisar la multitud de formas oscuras que les acechaban entre los árboles y arbustos, rodeándoles. Del tamaño de un perro, de un color marrón fuerte y ojos grandes y alienígenas, las hormigas agitaban las antenas y chasqueaban sus enormes mandíbulas en forma de pinza, pero se mantenían a distancia del claro donde Peter y sus dos compañeros habían decidido pasar la noche. Parecían estar acobardadas ante Neysar  -el fuerte compañero de la joven - que sostenía una pesada rama con la que se enfrentaba a las bestias. Exoesqueletos rotos de insecto yacían a sus pies, prueba de su mortífera habilidad con la improvisada arma.
-¡Vamos! –rugió Neyser, echando espumarajos de saliva por la boca y siguiendo con la mirada a las hormigas más cercanas. -¡Venid aquí, malditas bichos, y veréis lo que es bueno!
 -Te agradecería que hicieses el favor de no provocarlas–le suplicó Peter con un hilillo de voz mientras recogía del suelo una pequeña rama. No es que fuese a servirle de mucho contra el caparazón o las mandíbulas de las hormigas, pero al menos ya no se sentía tan indefenso. –Nos tienen rodeados, son muchas más que nosotros y son hormigas. ¿Sabes lo fuerte que es una hormiga? Pueden levantar más de veinte veces su peso, así que preferiría no tener que hacer un pulso con una de estas cosas.
-¿Y qué podemos hacer? –le preguntó Sara, los ojos abiertos de par en par por el miedo. -¿No puedes hacer servir tu magia para salvarnos?
-Sí, claro, ahora mismo levanto las manos, digo unas palabras mágicas y las transformo en perritos calientes –dijo Peter moviendo los dedos como si estuviese realizando un hechizo. -¿Con qué los prefieres, ketchup o mostaza?
La joven parpadeó sorprendida.
-¿Qué es un “perrito caliente”, algún tipo de animal mágico?
-Da igual -replicó Peter soltando un suspiro de fastidio. Una vez libre de buena parte de la mugre que la cubría Sara había resultado ser bastante guapa, pero también tan simple e ingenua como una niña pija criada entre algodones. La ironía y el sarcasmo estaban más allá del alcance de su preciosa cabecita. –Mis “poderes” no funcionan ahora mismo, están, eh, caducados, sí. Es un término mágico –añadió al ver la expresión de perplejidad de Sera-, quiere decir que tengo que descansar un tiempo para recuperarlos. Descansar en una cama de verdad, no sobre el suelo y apoyando la cabeza sobre un tronco de árbol.
-¿Entonces qué hacemos?
Peter iba a responder cuando una hormiga se abalanzó sobre Neysar, rápida como… bueno, como una hormiga gigante. Muy rápida, desde luego. Aún así el fortachón no se sorprendió y blandió su arma hacía ella, pero el insecto retrocedió ágilmente antes de que pudiese golpearla. En ese preciso instante, con la atención del fortachón distraída con el primer ataque, otra hormiga salió disparada de entre las sombras del bosque para embestirle.
-¡A tu espalda! –gritó Peter, avisando a Neysar sobre la nueva amenaza a tiempo de que éste pudiese defenderse. Las hormigas retrocedieron, chasqueando sus mandíbulas y mirándose entre ellas. Sus antenas vibraron con intensidad justo antes de que se ocultasen entre los árboles, fuera de la vista del terrestre.
Escondidas, planeando. Preparando el siguiente ataque.
-No podemos ganarlas –dijo Peter. Se agachó y empezó a rebuscar entre las bolsas de provisiones que habían recogido del campamento militar, sacando la comida y dejándola a un lado. –Había un programa que echaban por la tele, “Guerra de Bichos”. Salían insectos peleándose entre ellos, ya sabéis, arañas, mantis, ciempiés… Muy chulo. Recuerdo que en una ocasión se enfrentaban un grupo de hormigas contra una araña gigantesca, horrible, cubierta de pelos y con unos colmillos enormes cargados de veneno.
Mientras iba hablando Peter sacó toda la comida de las bolsas: unos trozos de pan, unas galletas agrias y resecas y unos pedazos de carne que sabían a pollo. Lo único que guardó fue varias cantimploras llenas de agua y unas mantas.
“Las hormigas ganaron, claro –continuó explicando el terrestre. -Una de ellas se arrojó directamente contra la boca de la araña, y mientras ésta estaba ocupada devorándola el resto atacó y la hicieron pedazos. Le arrancaron las patas, las tripas y todo lo comestible que puede tener una araña y se lo llevaron al hormiguero.” Peter movió la cabeza hacía una lado. “Pensándolo bien, fue bastante asqueroso.”
Sara dio un respingo y se llevó una mano a la boca, horrorizada. Durante unos instantes se quedó congelada como una estatua, con cara de querer vomitar, pero cuando unos arbustos se movieron a unos escasos metros soltó un grito de espanto, dio un salto y se agarró con fuerza al brazo de Peter, que se la quedó mirando sin saber muy bien qué hacer. Iba a abrir la boca para pedirle que se apartase un poco cuando cambió de idea. La joven era ingenua y bastante pava, pero no podía ser tan cabrón como para culparla por sentir miedo en una situación como ésta. Y, pensándolo bien, era buena chica, simpática y atenta, así que el terrestre tomó nota mental para no dejarse vencer por los prejuicios y ser más amable con ella a partir de ahora.
Estaba seguro que en su decisión no había influido para nada el hecho de que pudiese sentir sus grandes y suaves pechos apretados contra su brazo. Casi seguro.
-No he entendido casi nada de lo que has dicho –dijo Neysar, sus ojos atentos en las formas que se movían en la oscuridad. Apretaba con tanta fuerza la rama que los nudillos se le marcaban rojos. –Pero da igual. Estoy dispuesto a dar mi vida para proteger a Sara. Mientras yo esté en pie, ninguna de esas criaturas le pondrá un dedo encima.
-Muy heroico, sí, pero preferiría evitar llegar a esos extremos –replicó Peter. –Por una parte no serviría de nada, y por otra, las hormigas no tienen dedos.
-¿Entonces qué propones? Tú mismo acabas de decir que no podemos derrotar a estos bichos.
-Son hormigas gigantes. Son listas, trabajan en equipo y valoran los riesgos antes de atacar. Yo digo que dejemos nuestra comida aquí –señaló con la mano a donde  había depositado las provisiones- y nos vayamos lentamente. Las hormigas tendrán el alimento que buscan sin perder más de las suyas y a cambio nosotros no morimos: todos salimos ganando. Es un buen trato.
-Pero… ¿entenderán las hormigas lo que les proponemos? –preguntó Sara. -¿Cómo puedes saber que no se quedarán la comida y nos atacarán?
-Confía en mí, Sara. Sé lo que me hago –le aseguró Peter, sonriendo para tranquilizarla.
O eso espero. Pero si pasa lo peor, al menos confío en ser más rápido corriendo que Neysar que va cargado con esa rama.
Precisamente fue el fortachón quien pareció dudar de sus palabras, mirándolo de reojo mientras arrugaba el rostro, preocupado. No fue hasta que Sara asintió con la cabeza que Neysar se relajó y, soltando un suspiro, retrocedió hasta donde se encontraban Peter y la joven.
-¿Y qué comeremos? –preguntó Neysar. -No has dejado ni un pedazo de pan para el camino.
-Estamos en un bosque –respondió Peter. –Hay fruta, champiñones, ardillas, conejos… Qué demonios, si hace falta estoy dispuesto a comer corteza de árbol si eso implica que no soy el postre de una hormiga.
El fortachón se lo quedó mirando, muy serio.
-Espero que esto salga bien –acabó diciendo.
-Vamos, confía en Peter –le pidió Sara. –Él nos liberó de la prisión cuando creíamos que acabaríamos como esclavos. Y es gracias a su magia y sus conocimientos que nos ha conducido a través del bosque, evitando las patrullas de guardias y a los otros prisioneros fugados, en dirección a una ciudad en dónde podremos ocultarnos. Yo confío en él, Neysar.
No había dobles sentidos en las palabras de la joven, ni falsedad alguna. Ella confiaba en él, de verdad. Por un instante, Peter se sintió culpable por todas las mentiras que le había dicho.
Pero se recuperó deprisa.
-Venga, no perdamos más tiempo. Larguémonos de aquí antes de que las hormigas decidan comernos.
Recogieron sus cosas y poco a poco fueron retrocediendo, los tres juntos, espalda contra espalda. Sólo dejaron tras ellos la comida gracias a la cual esperaban salvar la vida. Cuando llegaron al límite del claro se detuvieron, temerosos de internarse entre los oscuros árboles y matorrales donde las hormigas podrían atacarles por sorpresa.
No podemos quedarnos aquí, pensó Peter. Tragó saliva, cogió aire, y dio un paso hacía los árboles, seguido de otro y otro más. La luz de las dos lunas apenas atravesaba las ramas cubiertas de hojas, así que estaba prácticamente a ciegas. Los chasquidos y desagradables crujidos de las hormigas se oían por todas partes, ¿se estaban acercando, o eran imaginaciones suyas? Gotas de sudor frío le caían por la espalda mientras recordaba escenas del programa “Guerra de Bichos” que le habían parecido divertidas vistas de lejos, pero que ahora que corría el riesgo de convertirse él mismo en protagonista tomaban un cariz mucho más macabro.
De repente, algo le tocó en el hombro.
-Vamos –susurró Neysar, ignorante del hecho que había estado a punto de provocar a Peter un ataque al corazón. –Tenemos que seguir.
Guardándose una réplica cortante, Peter lanzó una mirada cargada de veneno al fortachón y reanudó la marcha seguido de cerca por sus dos compañeros. Tenía que caminar con mucho cuidado para no darse de morros contra ningún árbol, pues sólo distinguía formas y contornos entre la oscuridad. Sólo contaba con su estúpida ramita para defenderse, pero menos es nada. Quizás podía golpear algún ojo para ganar tiempo y salir corriendo. Lástima que las hormigas no tengan testículos, pensó Peter sintiendo un enorme odio hacía los enormes insectos. Una buena patada en los huevos es el mejor plan de defensa que conozco.
En cuanto sus ojos se adaptaron a la falta de luz se dio cuenta que no había ningún peligro a la vista: solo ramas, árboles y su imaginación desbordada. Un rato más tarde, cuando ya estaba claro que las hormigas no los seguían, dejó caer la ramita al suelo y soltó un largo y profundo suspiro de alivio.
-Estamos a salvo.
Neysar miraba a su alrededor como si no acabase de creérselo, pero Sara le sonreía radiante, como si nunca hubiese dudado ni un segundo de su palabra. Sí que era guapa, sí. Preciosa.
-¿Y ahora qué hacemos, Peter? –preguntó la joven.
-De momento –respondió el terrestre-, buscaremos un lugar donde pasar la noche. No es seguro caminar por el bosque a oscuras, a saber con que otros bichos nos podemos encontrar. Y cuando llegue la mañana, nos pondremos en marcha para conseguir nuestro objetivo. ¿Sabéis cuál es, no?
-¿Sobrevivir? –preguntó Neysar.
-¿Encontrar un sitio dónde estemos a salvo? –dijo Sara.
Peter movió el dedo índice de su mano de derecha a izquierda mientras negaba con la cabeza.
-No, no, amigos míos. Esas son cosas sencillas y sin importancia y que conseguiremos una vez lleguemos a la ciudad y podamos instalarnos. Sobrevivir es fácil, pero no debemos conformarnos con eso.
-¡Ja! –dijo Neysar con un resoplido. -¿Fácil? ¡Si acabamos de salvar el pellejo no hace ni cinco minutos! Antes temblabas como una gallina cuando caminabas entre…
-Cállate, Neysar –dijo Sara interrumpiendo al fortachón, que le obedeció al instante sin rechistar. Peter alzó una ceja, intrigado ante el tipo de relación que mantenían estos dos. –¿Qué es lo que quieres, Peter? ¿Cuáles son tus planes a partir de ahora?
La mirada del terrestre se perdió en el cielo, en los cientos de estrellas que brillaban en el manto de la noche. Había dibujos, constelaciones que se podían adivinar y que le resultaban totalmente desconocidas. Resultaba extraño… perturbador.
 No era el cielo de la Tierra.
-Lo que yo quiero es conseguir el millón de coronas y salir de este mundo.

4 comentarios:

  1. fijo que la chica es una princesa y le da el millon de coronas por recordarla... a ver si acierto jjiji

    Por otro lado... "cabrón", "pava"?? que adjetivos son esos... no me acaba de gustar pero bueno en general me encanta jeje

    Otro punto que me choca es que en un planeta diferente tb hayan hormigas y que tb se llamen "hormigas" y no saben lo que es un perrito...

    ResponderEliminar
  2. No será tan fácil! jeje
    El punto de vista siempre toma como referencia al personaje protagonista, pero estoy pensando en cambiarlo y hacer los adjetivos más neutros.
    En cuanto a lo de las "hormigas", la Torre prepara a los viajeros para que puedan hablar el idioma o idiomas del mundo al que llegan sin problemas, basándose en su idioma propio. Si en su lengua no había una palabra para "perro", no saben lo qué es.

    ResponderEliminar
  3. comprendo pero no es eso a lo que me refiero (no solo); y si existiese un animal que no existiera en la tierra? Como es que los demás le comprenden? Por que el personaje no se pregunta y da por hecho este tipo de cosas cuando la torre a explicado tan poco... Creo que deberías poner en duda en la misma historia este tipo de cosas =) le dan vida y ayudan a sentirse un poco más identificados al lector y que lleguen a pensar cosas como "ostia eso mismo pensaba yo" =)

    ResponderEliminar
  4. No te acabo de entender... En el caso de que se encontrasen con un animal que no existiese en la Tierra pues pasaría lo mismo, le dirían que se llama, por ejemplo, goblin, y no tendrían ni idea de qué es.

    ResponderEliminar