Neysar había
muerto.
Su enorme
cuerpo yacía apoyado contra el tronco de un árbol, inmóvil. Peter no podía
dejar de pensar en lo irónico que resultaba que hubiese muerto justo ahora,
cuando estaban a punto de llegar a la ciudad.
-Neysar…
-sollozaba Sara, inclinada sobre su compañero. Peter la observaba a unos pasos
de distancia, en silencio. Quizás debería acercarse y ofrecerle unas palabras
amables, un hombro donde llorar o algo por el estilo. Un poco de consuelo en un
momento tan triste.
Sin embargo se
quedó quieto, cambiando el peso de un pie a otro y con los brazos cruzados
mientras esperaba a que Sara se calmase. Estas cosas no se le daban bien.
De repente
Sara soltó un grito de rabia y empezó a golpear con sus puños una y otra vez el
pecho del caído. –¡No puedes estar muerto, mentiroso! Me prometiste que me
protegerías, que me servirías fielmente durante el resto de mi vida. Juraste
por tu alma que me acompañarías viajando a través de la Torre... pero en vez de
eso has caído a las primeras de cambio.
“¿Cómo puedes
haber sobrevivido a la masacre de mi familia, al ataque de arañas y hormigas
gigantes, para acabar muriendo por culpa de una fruta venenosa? Tú, que eras la
mejor espada de mi ducado, el hombre más temido en ciento de kilómetros. Es...
¡es ridículo!”
La joven se
quedó quieta, congelada durante un instante mientras las lágrimas corrían por
sus mejillas. Luego enterró el rostro contra el pecho de su amigo y susurró, en
una voz cargada de sentimiento y tan débil que Peter casi no escuchó:
-¿Qué voy a
hacer ahora sin ti?
Dios, pensó Peter notando
como unas lágrimas se asomaban a sus ojos y un nudo se le formaba en la
garganta, esto es más triste que la
escena esa de Toy Story 3 en la que los muñecos están a punto de morir.
-Escúchame,
Sara -empezó a decir el terrestre, emocionado- siento mucho lo que le ha pasado
a Neysar. No le conocía mucho, pero parecía un buen tío. Una buena persona,
quiero decir. De confianza, leal, y estaba claro que le importabas mucho-.
Apretó los labios, pensando qué más era típico de decir en estas situaciones.
-Ha sido una gran pérdida.
-Era el
capitán de la guardia de mi familia, en el mundo de Nostril. Cuando me dieron a
escoger en el exilio viajando a través de la Torre o la muerte, él se presentó
voluntario para acompañarme-. La mirada de la joven se perdió en la lejanía, en
los innumerables árboles que les rodeaban. -Era un hombre leal, sí.
“No puedo culparle por haberme abandonado”.
-¿Haberte
abandonado? -le preguntó Peter. -Está muerto. No es como si se hubiese ido a
buscar tabaco y no hubiese vuelto.
-No me he
expresado bien. Verás, yo iba a ser duquesa. Durante toda mi vida me he
preparado para ello: clases de etiqueta, de baile, de heráldica... Puedo
recitar de carrerilla los nombres, principales propiedades y ocupaciones de
todos y cada uno de los miembros de la alta nobleza de mi tierra. Sé
exactamente los grados que hay que
inclinarse ante un rey, y cuanto respeto
se debe exigir de los siervos, soldados y nobles menores de acuerdo a sus
rangos. Mi caligrafía es elegante y clara, mis poemas correctos e inspiradores.
-Movió la cabeza a un lado, sonriendo con desgana. -Toda una vida de
preparación, de clases y lecciones de baile que ahora no me sirven para nada.
Sin nadie que me ayude soy tan incapaz de sobrevivir en este mundo como un bebe
recién nacido.
Sara se pusó
de pie, secandose las lágrimas con el dorso de la mano. Peter se la quedó
mirando, observando sus finos brazos, sus movimientos delicados y su aire de frágil
elegancia. Era como una hermosa flor, preciosa pero necesitada de cuidados y
atención o no tardaría en marchitarse.
-¿Me convierte
en una mala persona el sentir más miedo por mi destino que tristeza por la
muerte de mi fiel amigo? –preguntó la joven. –Mis padres hubiesen dicho que
lamentase su pérdida, pero que no era más que un soldado. Pero él estuvo a mi
lado cuando todos los demás no pudieron. Él…
-Yo creo que
te convierte en un ser humano –la interrumpió Peter.
La joven miró
en su dirección.
-Hace menos de
tres días nos atacaron hormigas gigantes, y después nos encontramos con arañas.
Estamos en un mundo desconocido, lleno de peligros y bichos horribles. Es
normal que estes acojo… acobardada, y que lo que más te preocupe sea salvar el
pellejo. Es humano-. Demonios, con
todo lo que le había pasado y teniendo en cuenta que había llevado una vida de
princesa, lo raro es que no se hubiese quedado llorando en una esquina. –No te
preocupes por sentirte culpable. Cuando estés en un sitio seguro podrás llorarle
como quieras.
Sara vaciló
durante unos instantes, pero acabó asintiendo con la cabeza. Parecía algo más
calmada, así que Peter finalmente tomó valor, se acercó a la joven y le pusó la
mano en el hombro en un gesto amistoso.
-Y, bueno, yo
te puedo ayudar. No soy un maestro de la espada ni nada parecido, pero haré lo
que pueda porque estemos a salvo.
-Eres muy
modesto, Peter. Yo… agradezco mucho tu ayuda.
-No te
preocupes. Ya me devolverás el favor –añadió Peter quitándole importáncia.
La joven
asintió de nuevo con la cabeza, aunque no parecía muy agradecida. Apretaba con
fuerza los labios y sus ojos verdes examinaron atentamente el rostro de Peter
durante unos largos segundos que fueron creciendo en incomodidad.
-¿Qué pasa?
–acabó por preguntarle Peter cuando ya no pudo aguantar más. -¿Tengo monos en
la cara o qué?
-No, no es eso
–se apresuró a responder Sara. -No soy una ingenua, Peter. Sé que no tengo nada
que ofrecerte, y que sólo soy una carga para ti. He… -la joven tragó saliva y
bajó la mirada, sus mejillas al rojo vivo- he leído lo que ocurre en estos
casos, cuando una mujer no tiene recursos con los que pagar lo que necesita. Entiendo
lo que me pides.
Peter frunció
el ceño.
-No tengo ni
la más remota idea de lo qué estás hablando.
-Bueno, tú
eres un hombre, yo soy una mujer... -Sara bajo tanto la mirada que parecía que
se iba a tragar el suelo. –No me obligues a decirlo en voz alta, por favor.
-¡Ah! –exclamó
Peter, retrocediendo un paso. –Ah. Ahhhhhh –dijo al fín, retrocediendo un par
de pasos más, y alzando las manos ante sí. –No. Vamos, no es que no esté
interesado, eres muy guapa y tal, pero… Estás equivocada. No me he ofrecido a
ayudarte a cambio de… eso.
-¡Ah!
–respondió Sara, llevandose la mano al pecho y soltando un profundo suspiro de
alivio. -¡Dioses, menos mal! Casi no me aguantaba de pie, en serio, yo… -de
repente soltó un chillido de espanto y su cara se puso aún más roja que antes.
-¿Dioses, qué debes de pensar de mí? Soy una estúpida, una estúpida inútil. Tú
me ofreces tu ayuda desinteresadamente y yo pienso que… Dioses, ojalá me
muriese. Neysar se avergonzaría de mí si aún estuviese vivo.
-Vamos,
tranquila. Todos cometemos errores, y como ya te he dicho, estamos en una
situación límite. Si algo he aprendido de todas las películas apocalípticas que
he visto es que las personas no razonan con claridad en este tipo de
situaciones. Pon muertos de por medio, peligro y desconocidos, lo agitas un
poco y ¡voilá! Un coctel explósivo del que puedes esperarte lo peor. Lo tuyo no
ha sido nada.
-No sé que
decirte. Yo creo que nunca había pasado tanta vergüenza en mi vida.
-Mira, vamos a
hacer una cosa. Yo voy a coger mis cosas y te dejo sola un rato para que puedas
despedirte de Neysar. No sé, quema hojas, cúbrele con tierra, manda su espíritu
a las estrellas o lo que sea que sea costumbre de hacer en vuestra cultura para
despediros de los muertos. Yo volveré dentro de un rato, cuando estés más
calmada, y continuaremos hacía la ciudad, ¿de acuerdo?
-De acuerdo
–respondió Sara, sonriendo agradecida. -Eres una buena persona, Peter.
-Hago lo que
puedo –replicó el terrestre, recogiendo su mochila y colocándosela a la
espalda. –Pero dime, sólo por curiosidad, ¿de verdad hubieses estado dispuesta
a… ya sabes?
El terrestre y
la joven que iba a ser una duquesa se quedaron mirando el uno al otro, muy
serios los dos. Sara acabó cediendo y desvió la mirada, su rostro una vez más
–Peter ya había perdido la cuenta de las veces que le había pasado- adquiriendo
un tono semejante al de un tomate maduro.
-Yo… si no
hubiese habido más remedio…
-Sólo
bromeaba, Sara –le interrumpió Peter con una chispa de malicia en sus ojos. –Me
lo habías puesto en bandeja.
El terrestre se
marchó corriendo antes de que la joven pudiese responder, con una sonrisa
pícara en el rostro. Una sonrisa que fue desapareciendo según se internaba en
el bosque y llegaba a lo alto de la colina desde donde se podía ver, a lo
lejos, la ciudad.
Pete se sentó en
el suelo cubierto de hierba y rebuscó en su mochila hasta encontrar lo que
buscaba: una consola portátil que parecía ser la Nintendo 3DS y un juego, el
Tetris. Colocó el cartucho del juego en la consola con una habilidad nacida de
la práctica y encendió la máquina. Empezó a jugar, tranquilamente, y cuando
consiguió completar más de diez líneas introdujó unos comandos que había
memorizado antes de viajar a través de la Torre.
“Arriba, arriba, A, abajo, B, select, Y,
izquierda. Esperar dos segundos. Start”
Al instante la
pantalla de la consola se volvió negra. Sólo unas letras pequeñas y de color
rojo eran visibles en la parte inferior: REC.
Grabando.
-La misión
progresa adecuadamente –empezó a relatar Peter. -El primer mundo al que he
viajado se llama Navar, y mis primeras impresiones de él es que es un mundo
rico en recursos naturales. La fauna y flora son ligeramente diferentes a los
de la Tierra, con una abundancia de insectos gigantes, por imposible que
parezca. Los humanos que viven en él tienen una tecnología inferior, propia de
la Edad Media, con un sistema de gobierno basado en castas. De momento me he
encontrado con nobles y con soldados, aunque es de suponer que haya una casta
mayoritaria de siervos que se encarguen de las cosechas y demás trabajos
manuales. Los nobles son considerados especiales, pero no sé si es por motivos
ideológicos o por alguna causa real. Desconozco si la religión tiene un papel
importante en esta sociedad; intentaré averiguarlo.
Peter se rascó
la barbilla, pensandó como acabar el mensaje. Había un límite de palabras que
podía comunicar con este sistema.
“Mi opinión
sobre Navar es que resultaría sencillo conquistarlo, y muy provechoso.
Informaré sobre futuros detalles si considero que son relevantes. Además, he
trabado contacto con una habitante de otro mundo, Nostril. Intentaré sonsacarle
toda la información que pueda sobre este mundo y su sociedad.”
-Fin del
mensaje.
Peter pulsó el
botón Start y la pantalla cambió a un color azul cielo, señal de que estaba
transmitiendo tanto el mensaje grabado como varios datos que permitirían
localizar este mundo entre la infinidad de dimensiones que existían. Peter
tatareó la canción de los Cazafantasmas mientras la máquina trabajaba, y cuando
acabó, unos minutos después, la apagó, sacó el cartucho y lo guardo todo en la
mochila.
Ya estaba
pensando en una nueva broma que hacerle a Sara cuando caminaba de vuelta.
Fe de erratas:
ResponderEliminar- linea 53 - escribes "...lo que pueda por que estemos a salvo..." y es "... para que estemos a salvo"
Conquistar Navar? pero quien es ese tio!? jaja estoy intrigado