El dragón de guerra se hizo un ovillo en medio de la pista
de carreras, enroscando su largo cuello y la cabeza bajo las alas. Valeria se
lo quedó mirando, fijándose en que a pesar de su enorme cuerpo y su cansancio
la bestia se había movido con la agilidad de un gato.
-Aún tiene algo de sueño, pobrecilla –murmuraba Vincent en
tono cariñoso. –No está acostumbrada a que la despierten de la siesta.
-Pues no seré yo el príncipe que despierte con un beso de
amor a la bella durmiente –comentó
Peter divertido, como de costumbre haciendo un comentario que nadie excepto él
entendía.
Éste va a lo suyo
como siempre, pensó Valeria soltando un bufido de irritación.
-Para dominarla tengo que acercarme lo suficiente a ella
como para poder tocarle la cabeza, sin tener miedo en ningún momento. ¿Es así?
–le preguntó Valeria al criador, que parpadeó sorprendido ante el brusco cambio
de tema. –Vamos, que no tengo todo el día.
-Eh, sí, eso sería un buen resumen. Para un dragón, si una
criatura de otra especie entra en su territorio y le planta cara sin el más mínimo
miedo (los dragones tienen un olfato extraordinariamente desarrollado y son más
que capaces de oler el miedo en sus presas), es que es más fuerte que él. Así
que aceptan la derrota, agachan la cabeza y reconocen a la otra criatura como
su señor, sin necesidad de enfrentamientos. Hay teorías que…
-No necesito saber nada más –le interrumpió Valeria,
empezando a avanzar con decisión hacia la enorme bestia. –Voy a por ella.
******
-¡Buena suerte! –gritó Nero.
La joven no le respondió y siguió caminando en dirección al
dragón de guerra. Sus pasos eran firmes y tranquilos, como si se estuviese
acercando a un viejo amigo y no a una bestia que podía comérsela entera de un
bocado.
¿Cómo puede ser tan
valiente?, se preguntó el actor recordando con un estremecimiento la mirada
del dragón de guerra clavada en su persona, el ojo de su frente -¿qué clase de monstruo tenía tres ojos? No
era normal -contemplándolo con la misma indiferencia que él podía sentir
por una hormiga.
Sintió el aguijón de la culpa carcomiéndole por dentro. Valeria
se estaba jugando la vida para ayudarle. Era una mujer extraña, que le asustaba
y que a veces se comportaba de manera muy extraña, pero no quería que sufriese
ningún daño.
Y no sólo porque su rostro fuese tan parecido al de Eyre.
-¿Crees que lo puede conseguir? –preguntó a Vincent.
-Es muy difícil, especial-. El criador frunció el ceño. Por
su rostro parecía debatirse entre ser sincero o contar una mentira piadosa. –Es
muy difícil controlar el miedo. Incluso los guerreros más avezados muestran
temor cuando se enfrentan a un dragón; no digamos ya a un dragón de guerra. Es…
difícil.
Vincent no añadió nada más, y Nero no le preguntó. Como el
alcalde y Peter, guardó silencio mientras observaba a la pequeña y valiente
Valeria avanzando hacia la bestia metro tras metro.
******
Cuarenta metros.
El
dragón alzó la cabeza. Tres pupilas alargadas de reptil se centraron en ella,
observándola con adormilado interés. Una lengua viperina se asomó a través de
sus dientes.
Soy Valeria Malecchio.
Treinta metros.
La bestia se incorporó con una agilidad que parecía
imposible por su tamaño. Las garras de su pata delantera rascaron el suelo
dejando profundas marcas mientras la cola se movía lentamente en el aire,
apuntando a la antigua cazarecompensas como una promesa de muerte.
Soy Valeria
Malecchio. Me he ganado este nombre. Luché por él.
Veinte metros.
Las alas se abrieron por completo. El cuerpo del dragón de
guerra se tensó como la cuerda de un arco a punto de disparar, los poderosos
músculos flexionados y preparados para atacar.
Cumpliré mi palabra.
Diez metros.
Valeria se detuvo, tan cerca del dragón de guerra que podía
sentir su fétido aliento.
Era una criatura de pesadilla. Bajo la sombra de sus alas
la joven pudo ver el grosor de sus escamas negras, pudo escuchar su pecho
resonando con la fuerza de un fuelle al respirar, pudo sentir como un pesado y
asfixiante manto sobre sus hombros la amenaza de sus garras y dientes. Era un
titán, era un monstruo que mataba a otros monstruos.
Y para su sorpresa, Valeria se dio cuenta que realmente no
sentía ningún miedo. El dragón de guerra, a pesar de todo su poder, no era más
que un animal. No había malicia en él, ni deseo de dañar a otros seres más que
por supervivencia. No había nada en este monstruo que fuese peor que la escoria
con la que se había enfrentado en Navar o las pruebas que había tenido que
superar en Ozonne para conseguir su nombre.
El dragón de guerra entrecerró los ojos. Su mirada, tan
desafiante y sedienta de sangre hasta ese mismo instante, se convirtió en una
de resignada aceptación. Bajó la cabeza, lentamente, hasta situarla a una
altura que Valeria podía tocarla con el brazo extendido.
Pero la joven no se movió. Tenía la mirada perdida, recordando
la última vez que había visto esa expresión en los ojos de alguien.
No te culpes, niña
sin nombre. Nunca pudiste ganar.
Un estremecimiento se apoderó de su corazón, el secreto
temor de saber que nunca, nunca jamás estaría a la altura de lo que se esperaba
de Valeria Malecchio. Rápidamente apretó los dientes y lo reprimió en lo más
interior de su ser, pero ya era demasiado tarde. Había sido sólo un instante,
menos de un segundo, pero fue suficiente.
El dragón se alzó sobre ella, rugiendo.
******
A pesar de la distancia el rugido del dragón resultó
ensordecedor.
Mierda, ha fallado,
pensó Peter.
-Está muerta –sentenció Vincent.
El dragón se abalanzó sobre Valeria, rápido como un rayo.
Un zarpazo se abatió sobre ella, pero la joven demostró ser aún más veloz. Rodó
por el suelo esquivando el golpe y se levantó de un salto, la espada
desenvainada en su mano.
Peter frunció el ceño. Le gustaban las historias épicas
como al que más ¿pero qué cojones esperaba conseguir Valeria con su arma? Era
como si un ratón se enfrentase a un león armado con un mondadientes.
¡Sal de ahí
corriendo, joder!
El dragón volvió a atacar. Con un fuerte chasquido sus
mandíbulas se cerraron sobre el espacio que había ocupado la joven una fracción
de segundo antes.
-¡Hay que detenerlo!
Nadie movió ni un músculo. Vincent negaba lentamente con la
cabeza, el alcalde se limitaba a mirar, sus rechonchos ojos brillando de
emoción, y Nero parecía estar paralizado por el miedo. Peter tragó saliva,
dándose cuenta que sólo él podría hacer algo para salvar la vida de esa mujer
que lo odiaba a muerte.
Joder, que puta
mierda de ironía, pensó el terrestre.
Nubes de arena y polvo se levantaron alrededor del dragón
mientras este embestía con todo su cuerpo contra Valeria, quien sin embargo
conseguía mantenerse con vida ante una furia que hubiese hecho pedazos un
pelotón de soldados. Saltaba y se deslizaba alrededor del dragón de guerra sin
detenerse ni un momento, ágil como un acróbata olímpico, confiada como un
luchador experto, espectacular como un ninja. Aunque no quería, Peter tuvo que
reconocer que estaba impresionado.
Pero sólo era cuestión de tiempo que el dragón la
alcanzase.
Así que cogió aire, apretó los puños y tomó una decisión. Si
pudiese distraer de alguna manera al dragón, quizás podría dar tiempo a Valeria
para que huyera. No era un plan, ni siquiera una buena idea, pero era todo
cuanto tenía. Si esa estúpida y salvaje mujer moría difícilmente podría superar
la prueba y cumplir su misión. Tenía que hacerlo.
Pero… no podía. Quería moverse, ayudarla, pero no podía.
Las piernas no le respondían, las manos
le temblaban y notaba la garganta seca. Incluso podía escuchar los latidos de
su corazón, sonando como redobles de tambor fuera de control.
Estaba aterrorizado.
-No –dijo entonces
Nero. -No dejaré que muera.
¿Nero? El
terrestre se giró hacia el actor, que asentía con la cabeza para sí mientras
mascullaba. Peter abrió la boca para preguntarle qué demonios pretendía hacer
cuando el aire vibró alrededor de
Nero por un instante. Y luego… luego nada. El actor estaba igual que siempre. ¿Me estoy imaginando cosas?
Quizá no. Había algo distinto en la mirada de Nero.
Astucia, orgullo, y una frialdad que le puso los pelos de punta.
-Nero, ¿estás… estás bien? ¿No estarás pensando en
enfrentarte al dragón, no?
-No digas tonterías, mortal –respondió Nero con una voz que
era inhumana. Una voz antigua, autoritaria, y que le provocó a Peter la misma
sensación que si le hubiesen acariciado el cuello con un cuchillo helado. -Norshern
el vampiro no tiene miedo de un simple dragón. Norshern no tiene miedo de nada.
******
Valeria chocó contra el suelo con un quejido de dolor.
Un par de costillas
rotas.
No se quedó quieta. Apoyó una mano contra el suelo y se
impulsó para saltar hacia un lado justo a tiempo de esquivar un nuevo zarpazo
del dragón que lanzó por los aires trozos de tierra y piedras.
No me rendiré. No
puedo morir así.
Pero no podía más. A pesar de los dones de la Torre, a
pesar de su rapidez y de sus ojos, no podía mantener el ritmo. No era tan
fuerte como para perforar las escamas del dragón, y aunque había conseguido
evitar los ataques de la bestia al hacerlo se había llenado de moratones y
cortes por todo el cuerpo. Se estaba cansando, la boca le sabía a sangre, el
costado le ardía y para empeorar las cosas el pelo largo no paraba de
molestarle. Se lo tendría que haber cortado antes.
Tendría que haber hecho muchas cosas, antes.
Voy a morir.
El dragón rugió de nuevo, aturdiéndola y dejándola mareada.
Volvió a atacarla y esta vez fue un pelo más lenta al moverse. No logró esquivar
del todo un coletazo y se vio arrojada una vez más de bruces contra el suelo.
Escuchó un crujido seco, sintió un latigazo de agónico
dolor, y supo que su pierna derecha se había roto. Estaba acabada.
Se mordió los labios para resistir el dolor, negándose a
morir gritando como una niña asustada, y alzó el rostro, desafiante. Le miraría
a los ojos a la muerte como debía hacer Valeria Mallecchio. Siempre valiente. Su
padre estaría orgulloso, pensó mientras una lágrima le caía por la mejilla.
Sin embargo, el dragón no la miraba a ella. Ante su
estupefacción, la enorme bestia se había hecho a un lado y se enfrentaba ahora
a un nuevo rival: Nero. Demasiado sorprendida para hablar, Valeria no pudo
hacer nada más que ver, como una privilegiada espectadora, al dragón inclinando
su cabeza ante el actor, sumiso como un cachorrillo.
-Nero, ¿qué… qué?
Nero se giro hacía ella, pero ni en su mirada ni en su actitud
había rastro alguno del simpático y encantador actor. Era como si otra persona,
un hombre frío y que la observaba con total indiferencia, estuviese vistiendo
su cuerpo.
Entonces el aire
vibró alrededor del actor y éste cambió
ante sus ojos. Los hombros se relajaron, su mirada se suavizó, su boca dejo de
ser una fina línea inexpresiva. Nero había vuelto a ser él mismo.
-Parece que he dominado al dragón –dijo el actor incrédulo
mientras ponía la mano sobre la cabeza de la bestia. –Qué pasada –añadió.
Parpadeó, con la mirada confusa, y fue entonces cuando reparo en Valeria.
-¿Estás bien? ¿Estás herida?
Valeria
Malecchio no respondió. Cerró los ojos y perdió el conocimiento.
Para los que no lo recuerden, Norshern era un personaje de una obra, un villano sin sentimientos monstruoso al que Nero interpretó en su mundo.
ResponderEliminar(Capítulo 2, Capítulo 3 y Capítulo 4)
Hola,
ResponderEliminarMe ha parecido genial, uno de esos capitulos que va in crescendo y acabas leyendo emocionado.
A parte de eso, la habilidad de Nero es cool a mas no poder y creo que la representas muy bien.
Hola Jaime,
ResponderEliminarMe alegro de que te haya gustado. Sigue leyendo, que poco a poco irá saliendo más su poder