-Aquí dentro nos encontraremos con dos tipos de
personas: monstruos que nos devorarán a la primera oportunidad, y víboras que
sólo quieren aprovecharse de nosotros –dijo Peter. –Tened eso en cuenta y todo
saldrá bien. ¿Estáis preparados? Sobretodo tú, Nero, ya sabes que irán a por
ti.
Nero se dio un último repaso rápido a la ropa,
sombrero y peinado para comprobar que todo estaba impecable y luego asintió con
la cabeza. Valeria no respondió; llevaba toda la tarde con una cara de perros
desde que la habían convencido –era una fiesta de etiqueta, pero aún así les
había costado horrores a él y a Peter conseguirlo- para que dejase su espada y
sus ropas de montar a caballo para ponerse algo más “femenino”. Así que ahora
llevaba un precioso vestido largo de color rosado, un carísimo collar de oro y
plata con unos pendientes a juegos, unos elegantes zapatos con tacones y una
mirada de mala ostia impresionante. Además, no paraba de refunfuñar y protestar
en voz baja, quejándose sobre ese “maldito vestido de princesita que no le
dejaba ni levantar los pies”.
Nero estaba seguro que esta noche alguien pagaría su
mal humor. Sólo esperaba estar muy lejos cuando eso sucediera.
-Vamos –dijo Peter, abriendo las puertas de la sala.
Al instante una horda de personas se abalanzó sobre
ellos. Valeria se envaró, Peter se apartó un poco y el actor sonrió, saludo con
una mano y se puso la otra sobre los ojos para protegerse de los destellos del
flash de las cámaras fotográficas.
-Nero, ¿cómo vas con Estrellita tras estos dos meses?
-¿Qué opinas de Miska?
-¿Es cierto que estás superando todas las
expectativas de tu entrenador?
Nero… Nero… Nero… Las preguntas caían sobre él tan
rápidamente que no podía distinguirlas unas de las otras; los periodistas
prácticamente se atropellaban los unos a los otros para entrevistarle.
-Por favor –respondió el actor, dando unos pasos
hacia adelante con tanta confianza que la muralla de periodistas que le rodeaba
se abrió para dejarle pasar. Soy el rey
Anstil, pensó Nero recordando el papel de un heroico monarca que había
interpretado en una obra. Soy noble, soy
digno, soy orgulloso y justo. Su sonrisa se volvió más sabia, sus ojos
brillaron con seguridad. Sacó pechó y levanto la barbilla, pareciendo unos
centímetros más alto. Me merezco esta
atención. No es nada para mí. Levantó las manos, logrando que los inquietos
hombres guardaran silencio. –Vamos,
muchachos, ¿me dejáis pasar a mí y a mis compañeros? Os prometo que
próximamente convocaré una rueda de prensa y responderé a todas vuestras
preguntas, pero ahora me resulta imposible.
-Venga, Nero, ¡no nos puedes pedir esto! –exclamó un
periodista. -¡Nuestros jefes se cabrearán con nosotros si no sacamos al menos
una noticia!
-Os entiendo perfectamente; yo también tengo jefes,
¿sabéis? –replicó Nero. –Personas que creen en mi equipo lo suficiente para
pagar mis facturas y las de mi dragón. Personas que han venido a esta fiesta,
esperando hablar conmigo y conocerme un poco después de dos largos meses en los
que no he parado de entrenar y no he tenido tiempo para ellos-. Su sonrisa
adquirió una sombra de calculada picardía antes de bajar la voz y añadir, como
si fuese una confidencia compartida con unos amigos íntimos:-Personas que como
me vean aquí pasando el rato con vosotros en vez de ir corriendo a saludarles
lo más seguro es que me corten la cabeza.
Los periodistas estallaron en carcajadas y se
hicieron a un lado para dejarles pasar. El actor les hizo gestos de
agradecimiento y repitió su promesa de concederles una rueda de prensa antes de
despedirse de ellos.
-Se te da muy bien todo esto –le comentó Peter.
-Hago lo que puedo –respondió Nero. –En el fondo son
buenos chicos.
Valeria bufó, incrédula. Miraba con irritación a la
horda de periodistas que rodeaban las puertas de entrada a la sala, frunciendo
el ceño y apretando los labios con irritación.
-¿Ya estás más tranquila? –le preguntó Nero.
-¿Cómo?
-Si estas más tranquila ahora que nos han dejado los
periodistas –le aclaró el actor.
-Siempre que nos rodea tanta gente te pones nerviosa. Me imagino que hoy
habrá sido peor, vistiendo esa ropa y sin tu espada, así que he intentado que
fuese rápido.
-Ah… -Por un momento, la joven pareció que no sabía
que decir. -Gracias.
-No es nada –dijo Nero negando con la mano,
quitándole importancia.
La sala era grande, casi tanto como el enorme salón
donde se había celebrado el sorteo de la Lotería en Navar. Estaba dividida en
dos pisos, con los músicos y una zona de baile en la planta superior a la cual
se accedía por una amplia escalera. En el piso de abajo la gente estaba en
constante movimiento, reuniéndose en grupos que tomaban una copa y charlaban
cordialmente. Todo el mundo lucía impecable, los hombres con elegantes trajes
oscuros y las mujeres con esplendorosos vestidos. Incluso los camareros servían
bebidas con un pulcro traje blanco y pajarita.
A simple vista, una fiesta distraída y sin
preocupaciones.
Sin embargo,
pensó Nero, muchas de estas personas son especiales como nosotros, rivales para
superar la prueba. Entrecerró los ojos, concentrado, intentando
distinguirles entre la masa de invitados.
-Sólo les faltan los cigarrillos para que esto
parezca un capítulo de Mad Men –dijo Peter., una vez más soltando una frase sin
sentido alguno. Nero de momento había desistido de entenderle, se limitaba a
asentir con la cabeza y a seguirle la corriente. -¿Vamos a lamer unos cuantos culos de
nuestros “jefes” a ver si nos suben el sueldo?
-Por favor, Peter, yo no “lamo culos” –respondió
Nero bromeando y alzando el puño con
fingido orgullo. –Lo mío es todo un arte. Lo puedes llamar
“super-técnica-legendaria-para-hacer-la-pelota-y-que-no-se-note-que-es-mentira”.
-Je –respondió el terrestre, divertido. –Por
supuesto. No esperaba menos de ti.
Nero pasó la siguiente hora hablando con sus
patrocinadores, estrechándoles las manos, riéndoles las gracias y haciéndoles
sentir más listos y guapos de lo que realmente eran. Se esforzó por resultar
encantador y al mismo tiempo profesional, para no solo caerles bien sino para
dejarles claro que todo el dinero que estaban gastando en su equipo era una
buena inversión.
Resultaba agotador, pero no era la primera vez que
lo hacía. Incluso cuando trabajaba como actor y su éxito dependía del público,
siempre convenía llevarse bien con los ricos. Al fin y al cabo, eran ellos los
dueños de los teatros y salas donde actuaba, y muchas veces las primeras pagas
salían directamente de su bolsillo. Y siendo sincero ahora era mucho más fácil
que antes hacerles la pelota gracias al poder que le había dado la Torre y a la
ayuda de sus compañeros.
Bueno, a la ayuda de Peter. Valeria se pasó la hora
entera cruzada de brazos, callada como un muerto y lanzando miradas de
hostilidad a todo aquél que intentaba hablar con ella. Nero se imagino que
debía dar gracias de que no le hubiese partido la cara a nadie.
-¿Entonces usted se dedica al negocio de los
automóviles, señor Robes? –preguntaba el actor, con un interés que estaba lejos
de sentir, a un adinerado cuarentón que llevaba del brazo a una preciosa
veinteañera. –Es una empresa admirable, la suya. Siempre he pensado que
dedicarse a acortar las distancias entre las personas es…
Incluso mientras hablaba, Nero se dio cuenta de que
algo estaba pasando. Quizás fuese por el cambio en los ojos de su interlocutor,
que miraron hacía su espalda, o por la súbita tensión que se respiraba en el
grupo de ricachones, pero de repente estuvo seguro que había alguien detrás
suyo. Así que acabó la frase rápidamente y se dio la vuelta, encontrándose casi
de frente con una joven con el pelo azul.
-Creo que no nos han presentado –dijo la joven
adelantando su mano. –Me llamo Miska Korrigan. Me acompaña mi hermano, Ronick.
Hay que
reconocer, pensó Nero observando a la especial, que los carteles publicitarios y las fotos
de los diarios no le hacen justicia.
Miska era casi tan alta como él, con un rostro
afilado, una nariz pequeña y unos grandes ojos verdes que parecían devorarle
con la mirada. Su cabello azulado le caía como un manto sobre los hombros, que
lucía al descubierto en un vestido que enseñaba mucha más carne de lo que era
considerado de buen gusto en este mundo. Su hermano era un hombre alto y fuerte
que estaba situado a su espalda con aire protector.
Nero sonrió, inclinó el rostro y posó sus labios
suavemente sobre la mano de la joven.
-Nero Van der Nero, para servirla. Conmigo vienen
Peter Rodriguez y Valeria Malecchio –dijo Nero señalando con una inclinación de
cabeza a sus compañeros.
-Ah, veo que estás hecho todo un caballero –apuntó
Miska con una sonrisa. –Hay muchos especiales que no tienen ni la más remota
idea de cómo comportarse con una dama. Me alegra ver que al menos mi segundo no
es así.
El actor alzó una ceja.
-¿Mi segundo?
-Tú, por supuesto –respondió Miska. –He decidido
llamarte así ya que eres la segunda persona que consigue dominar a un dragón de
guerra. Es muy meritorio, aunque, claro, es más fácil cuando sabes que se puede
hacer, ¿no? Los pioneros siempre marcamos el camino a los cobardes que vienen
detrás.
Valeria dio un paso adelante pero Nero la detuvo con
un gesto de la mano.
Vaya, así que
esas tenemos, ¿eh?, pensó Nero, notando la expectación de
los ricachones que les rodeaban, sus ojos curiosos y sus rostros iluminados por
la emoción de ver enfrentarse a los dos especiales que habían conseguido
dominar a un dragón de guerra. Sintiendo sus ansias de sangre.
-¿Un cobarde? –respondió el actor con incredulidad,
estallando en carcajadas. Entonces, mientras se reía, se convirtió en Nashern, dejando que el abismo sin fondo que eran su
crueldad y frialdad se mostrasen en sus ojos, dejando que su risa divertida se
transformas en una carcajada escalofriante e inhumana. -¿De verdad crees que
soy un cobarde, niña?
Las personas que le rodeaba retrocedieron,
temblorosas y asustadas ante su cambio. Sólo Valeria, inmóvil a su lado, y
Miska, sosteniéndole la mirada, se quedaron donde estaban.
-Pu… puede que te haya subestimado, segundo –dijo Miska,
tragando saliva. Hizo una pausa, y entonces posó la mirada sobre la antigua
cazarecompensas. –Pensaba que eras como esta pequeñaja, una asustada criaja que
no vale para nada y a la que estuvo a punto de matar el dragón.
Esta vez Nero no pudo detener a Valeria, que se
movió como un rayo hacia adelante. Apoyó el pie izquierdo en el suelo, movió la
cintura y alzó la pierna derecha para golpear a Miska, un movimiento que Nero
la había visto realizar varias veces durante los entrenamientos. Era un ataque rapidísimo,
pero esta vez el vestido debía de haber molestado a Valeria porque fue bastante
más lento de habitual.
-Quieta –ordenó Miska, sus ojos adoptando un fulgor
dorado.
Valeria se detuvo, su rostro arrugado en una máscara
de tensión y sorpresa. Su pie se quedó congelado en el aire a unos pocos
centímetros de golpear el rostro de la especial. Nero se quedó con la boca
abierta observando a Valeria caer al suelo como una estatua que ha perdido pie,
tan perplejo que no pudo evitar que el personaje de Nashern se le escapase.
-Eso está mejor –dijo Miska con una sonrisa de
satisfacción. Sus ojos, ahora dorados, se fijaron en Nero. –Y ahora…
El actor no pensó. Se abalanzó sobre la especial
para taparle la boca y que no pudiese congelarle como había hecho con Valeria,
pero ésta le detuvo cogiéndole de las muñecas con una facilidad insultante.
Maldiciendo su falta de destreza, hizo lo único que se le ocurrió para evitar
que Miska hablase.
La besó.
No esperaba que tuviese éxito. Qué demonios, en
realidad no había esperado nada, así que fue toda una sorpresa cuando tras unos
instantes pudo sentir la lengua de la joven, cálida y húmeda, recorriendo sus
labios. Alarmado, abrió los ojos de par en par y dio un salto hacia atrás.
-No ha estado mal –dijo Miska con
una risita. Sus ojos habían recuperado el color verde que tenían
al principio de la conversación. –Breve, pero emocionante y sabroso. ¿Eres así
en todo?
Tras ella, su hermano mantenía cogido a Peter por el
cuello, sosteniéndole en el aire con un brazo como si no pesase nada. El
flacucho terrestre movía las piernas para golpear a su captor, pero tenía el
mismo éxito que si estuviese intentando tumbar a una montaña. Valeria, por su
parte, seguía inmóvil en el suelo.
Los ricachones observaban toda la escena, cuchicheando
entre ellos despreocupadamente. Uno incluso señalaba a Peter, riendo mientras
le veía asfixiarse.
No puedo contar
con su ayuda. Para esta gente no somos más que un espectáculo.
-Puedes probarme cuando quieras, Miska –replicó Nero
con una sonrisa invitadora. Desvió su
mirada un momento, buscando cualquier cosa que pudiese hacer servir como un
arma. –Pero ten cuidado no vaya a ser más de lo que puedas comer.
Esta vez fue el turno de Miska de estallar en
carcajadas.
-Me gustas, Nero Van der Nero- afirmó la especial
con una sincera sonrisa. Hizo un gesto con la mano izquierda y su hermano dejó
caer a Peter, que se retorció por el suelo intentando llevarse bocanadas de
aire a los pulmones. –Aún no has ganado nada, ni un campeonato, ni siquiera una
carrera, pero estoy orgullosa de ti. Eres un digno segundo.
La joven de pelo azul se despidió con una leve inclinación
de cabeza y se marchó con los patrocinadores tras ella, riendo y conversando
como si no hubiese pasado nada.
Nero sólo pudo apretar los puños con rabia.
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