lunes, 22 de abril de 2013

Capítulo 16 (Parte 2) - Este mundo es demasiado pequeño para los dos


Hacía un día espléndido.
Era la última hora de la tarde, cuando el Sol estaba a punto de ponerse y las sombras de la noche empezaban a extenderse por doquier. Hacia una temperatura perfecta, ni fresca ni calurosa, un poco refrescante debido a la suave brisa del atardecer. En la pista de entrenamiento reinaba la calma, rota de tanto en tanto por un ronquido del dragón de guerra o por las instrucciones que Valeria le daba a Nero.


Peter estaba sentado junto a una mesa llena a rebosar de cachivaches electrónicos: cables de varios colores y longitudes, botones, resistencias, condensadores, piezas de radio desmontadas… Al lado del terrestre, sobre otra silla, un periódico de ese mismo día con el titular en portada de “Miska deja claro a los novatos quién es un genio” reposaba abandonado.
Entonces Nero y Valeria se pusieron a practicar con las espadas de madera y Peter, llevado por la curiosidad –y una cierta expectación morbosa- abandonó unos instantes el proyecto en el que estaba trabajando, apoyó la barbilla sobre los puños y se dispuso a ver el espectáculo.
A ver cuántos golpes se lleva hoy, pensó con una sonrisa malvada.
Primero fueron despacio. Caminaban el uno alrededor del otro, intercambiando ataques sencillos para calentar y ponerse a prueba. Luego, poco a poco, sin prisa, fueron aumentando la intensidad y la velocidad de sus movimientos hasta que llego un momento que estaban luchando de verdad. Un barrido de Valeria era esquivado por un salto de Nero, quien contraatacaba con un mandoble hacia abajo seguido de una rápida secuencia de cortes de derecha a izquierda. La joven logró bloquearlos y aprovechó la inercia para girar sobre sí misma, acercarse a Nero y empujarle con el codo, tan fuerte que éste tuvo que dar tres pasos hacia atrás antes de recuperar el equilibro, la espada ante él preparada al momento para defenderse.   
Peter asintió lentamente con la cabeza. No estaba nada mal. Valeria lo podía hacer mucho mejor, claro, pero aún así era casi tan guay como ver un duelo de espadas en el cine.
Nero mantiene el ritmo gracias a su poder, observó Peter notando la expresión desafiante y agresiva que iluminaba el rostro del actor y que tan poco encajaba con la que llevaba normalmente. Luchando por sí mismo era tan patoso que casi no sabía ni sujetar la espada y se tropezaba constantemente, pero interpretando el papel de un guerrero estaba aprendiendo muy rápido a defenderse. Es mucho lo que está consiguiendo con ese poder que parecía tan tonto.
Sin embargo, estaba claro que no era suficiente. Un par de movimientos más tarde la espada de Nero yacía tirada en el suelo y Valeria sonreía victoriosa.
-¡Me has tirado tierra a la cara! –protestó Nero frotándose los ojos llorosos con una mano. –Eso es trampa.
La joven espadachina rechistó despectivamente.
-No seas idiota. En un combate de verdad la única regla que hay es ésta: ataca con todo lo que tengas, porque si pierdes, mueres. Si tienes que patear unos huevos, lo haces. Si tienes que morder, arañar o escupir, lo haces. Y, si tienes que tirar arena a la cara de un idiota presumido para cegarle, por supuesto que lo haces.
-¡Yo no soy un presumido! Es importante presentar un buen aspecto para nuestros patrocinadores y seguidores. Lo hago para superar la prueba.
-¡Si, pero no tienes que estar arreglándote el pelo 32 veces al día! Joder, eres peor que las damas de la nobleza.
-Por favor, ni se te ocurra hablarme del pelo. ¡Tenías una melena preciosa y te la cortaste como si nada! ¿Es que estás loca?
Continuaron discutiendo un rato más, aunque Peter dejó de escucharles, aburrido. Ver discutir a esos dos era lo mismo que ver un capítulo de Dos hombres y medio, pero con peores chistes.
 Así que volvió a poner toda su atención en su proyecto, en el pequeño objeto esférico que estaba construyendo con la única ayuda de un soldador de estaño y un primitivo tester. Sus manos parecían volar sobre la mesa, recogiendo y desechando piezas y componentes electrónicos hasta que daba con uno que parecía prometedor, lo examinaba y lo añadía a su invento o lo devolvía a la pila con el resto.
Era extraño. No pensaba en lo que estaba haciendo. Simplemente trabajaba, con la misma naturalidad y seguridad que si hubiese hecho esto toda su vida.
Así que cuando colocó la última pieza y sostuvo su invento ante él, tan pequeño como la uña de su pulgar, supo que no necesitaba probarlo. Funcionaba.
-¿Qué es eso?
Peter parpadeó sorprendido al escuchar la voz de Valeria, reparando en ella por primera vez desde… ¿Cuánto tiempo llevaba ahí, sentada a la mesa y mirándole con sus ojos rojos de supervillana de cómic? Había estado tan distraído trabajando que ni siquiera se había dado cuenta de cuándo había llegado.
-¿Y Nero? –preguntó el terrestre buscándole con la mirada. No estaba en la pista de entrenamiento y no lo veía con Estrellita, que seguía durmiendo tan despreocupadamente cómo solo un monstruo gigante puede hacer. -¿Dónde está?
-Ha ido a la casa a pegarse una ducha y descansar –respondió la joven haciendo un gesto con la cabeza en dirección a la mansión rural que habían alquilado para entrenar las carreras de dragón. –Espero que aproveche para meditar sobre los errores que ha cometido en la práctica, que buena falta le hace.
-¿No crees que eres demasiado dura con él? El público lo adora y los patrocinadores lo tienen en un pedestal. Además, él fue quien mejor lo llevó contra Miska y su hermano.
“De hecho, fue el único de nosotros que no hizo el ridículo”.
Un destello amenazador apareció en los ojos de Valeria, pero no dijo nada. Peter estaba seguro que la derrota tan humillante que había sufrido a manos de Miska debía de escocerle tanto como si le hubiesen derramado alcohol sobre una herida abierta.
-El problema que tenemos –continuó Peter-, es que Roa no es como Navar. En Insectolandia tú eras una de las pocas personas que habían superado una prueba, y yo tenía los conocimientos de mi mundo y mi encanto natural. Ningún otro extranjero nos llegaba ni a la suela del zapato”.
“Pero en este mundo nos encontramos con que la situación es diferente. Aquí nos enfrentamos a rivales que son más poderosos que nosotros”.
 -¿Y qué es lo que propones? ¿Quieres hacer los Ocean’s Eleven segunda parte?
-No, y además no se llamarían así, sino Ocean’s Twelve. Pero a lo que iba –añadió rápidamente al ver la cara que le puso Valeria-, lo que tenemos que hacer si queremos ganar está claro: maximizar nuestras ventajas. Es decir, mis conocimientos, tu poder, y la fama de Nero.
-¿Y qué pasa con tu poder? –le preguntó la joven. -¿Todavía no sabes cuál es?
-Éste –respondió Peter mostrándole el pequeño objeto que había construido- es el poder que me ha dado la Torre.
Valeria alzó una ceja, pero no dijo nada. Por su expresión desconcertada estaba claro que no tenía ni idea de lo que quería decir, lo cual no era nada nuevo para Peter. Desde que dejó la Tierra que todo el mundo le acababa mirando así más pronto o más tarde.
-Ten –dijo el terrestre activando el objeto y entregándoselo-, póntelo al oído. No te preocupes, es inofensivo. Te lo aseguro.
Con una reticencia que decía mucho de la confianza que tenía en él, Valeria cogió el objeto y se lo quedó mirando, su rostro plagado por las dudas. Peter hizo el gesto de colocárselo en la oreja, apremiándola, y tras unos segundos de duda la joven le imitó.
-¿Qué… -los ojos de Valeria se abrieron sorprendidos y dio un salto que la apartó de la mesa. Miró a su alrededor, una mano en su espada y la otra en su oreja mientras buscaba el origen de unos sonidos que sólo ella podía oír. -¿De dónde viene este ruido? ¿Es cosa de este aparato tan pequeño?
-Dos veces sí –respondió Peter, disfrutando como un niño pequeño ante la reacción de la joven. –Eso que estás oyendo es la radio de la casa. El objeto que te he dado, al que puedes llamar Peter-transmisor, capta la señal de la radio y la retransmite.
-Pero la casa está a más de cien metros.
Valeria se quitó el dispositivo del oído y lo dejó sobre la mesa, con la misma prudencia que si fuese una bomba a punto de explotar. Resultaba tan ridículo ver a una asesina como ella asustarse así de un aparatito inofensivo que Peter tuvo que hacer un gran esfuerzo para no echarse a reír.
-Lo sé –respondió orgulloso el terrestre. –Tengo que hacer unas pruebas, pero creo que tiene un alcance efectivo de varios kilómetros. Gracias a la Torre creo que ahora puedo construir cacharros aún más flipantes que antes.
-Hmm. No está mal.
¿Qué no está mal?, pensó Peter indignado ante la falta de conocimientos de Valeria. Él sabía de electrónica. Joder, sabía de un montón de cosas. En su cabeza tenía tantos conocimientos que podía aumentar el progreso tecnológico de este mundo un siglo en un plis plas. En Navar, con tiempo y dinero, había conseguido montar un electroimán e incluso un primitivo helicóptero, y ése era un mundo en que la idea del progreso era ducharse tres veces a la semana.
Lo que acababa de construir no era un “no está mal”. La única palabra que le hacía justicia al Peter-transmisor era milagro. Sí, milagro, porque todo lo que él sabía de electrónica le decía que no podía funcionar. Simplemente, con los materiales que tenía no podía haberlo construido. Sería como hacer una bomba con un lápiz, un chicle y un bloc de notas.
Y sin embargo, él lo había logrado. Éste era el don que le había dado la Torre.
Lo había convertido en el puto MacGyver.
-Y eso no es todo –continuó, decidido a no dejarse desanimar por la respuesta de Valeria. -Creo que con unas pocas modificaciones lo podemos utilizar en las carreras. Tú y Nero podéis llevar mis aurícula… quiero decir, mis Peter-transmisores, y yo puedo construir una emisora de radio portátil para manteneros informados de lo que esté pasando.
-Eso estaría muy bien –respondió Valeria súbitamente interesada. –Como no participarás en las carreras podrías escuchar a los comentaristas y te enterarías qué están haciendo nuestros rivales. Podrías avisarnos si nos preparan una emboscada o cualquiera otra jugarreta.
-Sí, justamente eso es lo que estaba pensando. Llegamos a Roa demasiado tarde para unirnos a las competiciones habituales, pero podemos participar en la carrera amistosa de aquí a dos semanas. Y entonces, con este juguetito y las armas que te di, le enseñaremos a esa zorra de Miska quienes son los verdaderos “segundones”.
Sonrió, y por primera vez desde que se conocieron, Valeria sonrió con él.

No hay comentarios:

Publicar un comentario