La bengala estalló en el aire señalando el inicio de
la carrera.
El dragón de guerra rugió y cargó hacia adelante,
moviendo arriba y abajo sus oscuras alas con la fuerza de un vendaval mientras
cogía velocidad en su carrera. Valeria apretó los dientes y se agarró con
fuerza a las cintas de la silla de montar para no salir despedida cuando la
bestia dio un salto y se impulsó por los aires, acelerando mucho más rápido de
lo que un caballo jamás sería capaz.
Es una pasada¸
pensó la joven sintiendo un estremecimiento en el estómago por la emoción. Ella
y Nero habían practicado el despegue en carrera muchas veces, pero el sentir la
gravedad tirando de ella hacía abajo combinado con la velocidad que alcanzaba
la bestia siempre la dejaba sin aliento.
Una vez Estrellita dejó de acelerar y adoptó una
velocidad estable, Valeria se relajó y adoptó una postura erguida sobre la
silla de montar que compartía con Nero. Con sus ojos rojos cubiertos con unas
gafas protectoras para evitar que el aire le cegase, vio como el dragón volaba
en dirección hacia donde su amo le indicaba: un pequeño torreón sobre el cual
debían pasar los participantes en la carrera y que hacía las funciones de
primer punto de control. Había otros tres puntos de control situados en un círculo
que formaban una vuelta. Para ganar esta carrera amistosa, un equipo debía ser
el primero en realizar cinco vueltas.
El resto de dragones también habían alzado el vuelo
desde sus puestos de salida y se dirigían al mismo punto, sus escamas de
colores reflejando la luz de las primeras horas de la mañana. Negros, azules,
rojos, verdes… Había dragones de todos los colores, tamaños y formas. Valeria
entrecerró los ojos al reconocer entre ellos a Majestad, el dragón de guerra de Miska.
-Un dragón centella va en cabeza hacia el torreón
–pudo escuchar que decía Peter a través del Peter-transmisor que llevaba en su
oído. –Unas decenas de metros por delante vuestro, al noroeste. Sois los
segundos, pero otro dragón centella y un carnicero os siguen de cerca.
Como respuesta, Nero tiró de las riendas para apremiar
a Estrellita, que soltó un nuevo rugido antes de mover con energía las alas e
impulsarse hacia adelante en un estallido de velocidad. El viento le sacudió la
ropa y los cabellos a la joven -¿ves,
Nero? Si no me los hubiese cortado ahora me estarían dando por saco-, pero
no consiguieron reducir la distancia que los separaba del dragón centella que
iba en cabeza que también había acelerado.
Valeria comprobó que tenía los pies sujetos a los
estribos, se agarró con la mano izquierda a una cinta y se inclinó hacia la
derecha cuanto pudo para vigilar a sus perseguidores. Peter había dicho la
verdad: un dragón centella y un carnicero les seguían de cerca, pero el resto
no iba muy lejos. Como debían frenar y descender para sobrevolar el torreón
justo por encima para así pasar el punto de control, era muy probable que
alguno de sus rivales les alcanzase.
Los competidores
habían salido desde posiciones separadas entre sí a suficiente distancia para no
molestarse mientras despegaban, pero lo normal en las carreras era que un gran
número de dragones se encontrasen en el primer punto de control, creando un atasco
en el que cada equipo luchaba como podía por hacerse camino. Aún con la
prohibición de matar, las heridas y abandonos eran el pan de cada día.
Así que una de las estrategias básicas para ganar
una carrera y no perder un tiempo valiosísimo en peleas inútiles era llegar
cuanto antes al primer punto de control. Pero, como suele suceder en estos
casos, Valeria estaba descubriendo que eso resultaba mucho más fácil de decir
que de hacer.
-¡El carnicero! –gritó Valeria para avisar a Nero. -¡Nos
está superando por debajo!
-Que siga soñando –respondió Nero con un súbito
movimiento de las riendas. –Estrellita no les dejará.
El dragón de guerra bajó la cabeza y plegó las alas
al costado, lanzándose en picado como una flecha hacia el dragón carnicero. La
joven apenas tuvo tiempo de soltar un grito y agarrarse a la silla de montar
cuando las dos bestias chocaron con tanta fuerza que todos sus huesos temblaron
por el impacto.
-¡Vamos! –escuchó gritar a Nero.
Estuvo a punto de salir despedida cuando los dos
dragones se separaron el uno del otro con un movimiento brusco, las garras de
Estrellita manchadas con la sangre de su rival que daba tumbos en el aire
mientras se precipitaba hacia el suelo.
-¡Cuidado, a vuestra izquierda! –les avisó Peter.
Valeria se giró a la izquierda justo a tiempo de ver
como el dragón centella que les seguía pasaba como una exhalación a su lado,
aprovechando el breve combate para adelantarles. En el instante en que se
cruzaron Valeria logró distinguir que el escolta del equipo llevaba una especie
de tubo de madera en la boca con el que apuntaba directamente a Nero.
Rápidamente, la joven desenfundó la pistola modificada por Peter que llevaba en
la parte de atrás del cinturón e interpuso su culata metálica en la trayectoria
del disparo.
Medio segundo después sintió como algo rebotaba
contra el arma.
Hijo de puta.
De no ser por ser mis ojos no hubiese
podido pararlo.
Siguiendo las instrucciones de su amo, el dragón de
guerra movió las alas con fuerza para recuperar la velocidad perdida.
Consiguieron pasar el torreón en tercer lugar, por detrás de los dos dragones
centella y por delante del resto de participantes.
Viraron hacia la derecha y cogieron altura, las alas
de Estrellita extendidas e inmóviles para dejarse llevar por las corrientes de
aire y recuperar energías tras el esfuerzo. Los dragones centella que iban en
cabeza estaban cogiendo ventaja, pero eso no preocupaba a Valeria. Aún quedaba
mucha carrera por delante, y aunque esas bestias eran más veloces eran mucho
más débiles que el dragón de guerra.
-Junto con el carnicero que tumbasteis, otros cuatro
dragones se han retirado por el momento –anunció Peter. –No hace falta que os
diga que Miska sigue en la carrera.
Nero y Valeria intercambiaron una mirada de
entendimiento. En la carrera había competidores peligrosos y con mucha más
experiencia que ellos, pero si tenían que ganar a alguien era a Miska, a su
hermano y su dragón de guerra Majestad.
Llegaron sin problemas al segundo punto de control,
un globo de aire caliente que flotaba a un centenar de metros de altura, y
enfilaron ya hacía el siguiente con un suave giro. Aunque no se veía ningún
competidor cerca y aún faltaban unos cuantos minutos más de vuelo para llegar al
tercer punto de control Valeria no se confiaba y se mantenía alerta, oteando
continuamente en todas direcciones por si se presentaba alguna sorpresa
desagradable.
En cambio, el actor no parecía estar en lo más
mínimo preocupado. Silbaba una canción que se había puesto de moda últimamente,
acariciaba cariñosamente el cuello de Estrellita e incluso se permitió el lujo
de saludar con la mano a los periodistas que, montados en un gigantesco dragón
de carga que volaba lentamente alrededor de la pista, comentaban la carrera en
directo a través de la radio.
-Te veo demasiado relajado –le recriminó Valeria.
–Deberías estar más alerta; esto no es un paseo por el campo. Nuestros rivales
tienen poderes como nosotros y no sabemos contra qué nos podemos enfrentar.
-Es esto o cagarme en los calzoncillos, Valeria
–respondió Nero con una sonrisa lastimosa. –Si no hago servir mi poder para
mantenerme seguro y confiado ya me hubiese desmayado de miedo cuando atacamos
al carnicero. Nunca he sido demasiado valiente, ¿sabes? Sólo soy un actor.
La joven
rechistó, pero no añadió nada más. No podía pedirle más a Nero, que en dos
meses había conseguido manejar con bastante soltura al dragón de guerra y lo
estaba haciendo bastante bien en la carrera a pesar de ser, como él mismo había
dicho, “sólo un actor”. No¸ pensó con
el semblante serio, no sería justo pedirle
más.
Ella se encargaría de estar alerta por los dos.
Los aplausos y los gritos del público les recibieron
cuando llegaron al tercer punto de control: una torre de gran altura desde la
cual los aficionados eran testigos de la carrera. La gente les saludaba y les
daba ánimos, agitando las manos y con pancartas –había varias pancartas con el
nombre de Nero escrito- con tanto entusiasmo como si se estuviesen jugando
ellos la vida en la competición.
Nero
respondió a sus saludos con una gran sonrisa, sus ojos brillando por la
adoración que le demostraban, y tiró de las riendas levemente para que
Estrellita soltase un rugido atronador que aumento aún más el frenesí del
público. Valeria lanzó un bufido de fastidio y frunció el ceño, irritada ante
tanto espectáculo.
Siguieron la senda de un caudaloso río de aguas verdes
hasta llegar al cuarto punto de control, una catarata de deslumbrante belleza. En
un precipicio que parecía cortado a cuchillo, el agua caía durante varios
centenares de metros hasta llegar a un lago rodeado de montañas y bosques. El
azul del cielo se reflejaba en el lagos y contrastaba con el amarillo de las
hojas de los árboles, creando un paisaje único. Valeria cogió aire y se agarró
una vez más con fuerza a las cintas de la silla de montar, un escalofrío de
emoción y miedo recorriendo todo su ser en previsión de lo que iba a suceder.
El dragón de
guerra se elevó antes de caer durante más de quinientos metros, con la espuma y
el sonido ensordecedor del agua cayendo tras ellos. Con sus ojos rojos
protegidos tras las gafas, la joven pudo ver con todo detalle como el lago bajo
la catarata se hacía cada vez más y más grande mientras su cuerpo se deslizaba
lentamente hacia atrás.
Entonces, cuando apenas faltaban cincuenta metros
para que chocasen contra el lago, Estrellita extendió las alas y viró hacia arriba,
el impulso arrojando a Valeria contra la silla de montar. Con una sonrisa en su
rostro que no conseguía reprimir, se dio cuenta que Nero había estado gritando
durante toda la caída, primero de miedo y luego de emoción cuando dejaron atrás
la catarata.
-¡Ha sido increíble! –exclamó Nero riendo. -¿Podemos
repetir?
-Ya lo creo –respondió Valeria riendo a su vez. Desde luego que repetiremos, pensó
mientras se apoderaba de ella un oscuro presentimiento, sólo espero que vaya tan bien como esta vez.
Con el cuarto punto de control superado a su espalda
no tardaron en llegar a la meta, otro globo flotando en el aire. Habían acabado
la primera vuelta.
Cuatro más para acabar la carrera.
Hola,
ResponderEliminarEn líneas generales creo que la acción es fluida y entendible, lo que me parece importante para un capitulo donde la acción es predominante. También me gusta que intercales el comentario de Valeria reprochando a Nero su falta de atención, ya que me parece que a parte de introducir variedad, permite que Nero explique su acción sobre el carnicero (me encantan estos toques de decisión cruel pero necesaria). Esta bien que lo expliques después, porque aunque ya me imaginaba que estaría actuando, siempre queda la duda de saberlo con certeza. La reacción de Valreia asumiendo toda la carga también me parece interesante.
Por cierto, me hace gracia la facilidad con la que Valeria ha aceptado llamar al invento Peter-transmisor, ya que me da la sensación que a veces le pone pegas a todo y no soportaría lo vanidoso del nombre.