lunes, 13 de mayo de 2013

Capítulo 17 (Parte 3) - Una carrera de dragones


-¡Y estamos llegando al final de la última vuelta! ¿Cómo ves la carrera, Max?
-Muy interesante, Roin. Tenemos al equipo de Ruby, al de Nero y al de Trynx luchando por el primero puesto, y no nos podemos olvidar de Miska, que les sigue de cerca. Viendo las ganas que le están poniendo los especiales nadie diría que sólo es un amistoso.


-¡Qué se lo digan al público de la torre! Me parece que hay unos cuantos que han visto a los dragones demasiado de cerca, no sé si me entiendes.
Su compañero le rió el comentario.
-¡Muy agudo, Roin! Tenemos que dar las gracias a Nero por el espectáculo que nos está ofreciendo. Sólo tiene que tener un poco más de cuidado, pero este chico promete, os lo digo yo.
Peter hizo una mueca de disgusto y giró el dial del volumen de la radio hasta reducirlo a un murmullo de fondo casi imperceptible.
¿Qué clase de mundo es éste, pensó el terrestre moviendo la cabeza de un lado a otro, que hacen bromas con una masacre?
Se encogió de hombros. Un mundo como cualquier otro, supongo.
Cogió los prismáticos y miró a través de ellos. A lo lejos, siguiendo el curso del río que llevaba a la catarata que hacía de cuarto punto de control, podía ver a Estrellita intentando adelantar al centella que iba en cabeza. Tras ellos, un pequeño saeta de color azul y el dragón de guerra Majestad les seguían en tercer y cuarto lugar.
Sonrió para sí. Era su primera carrera, pero les estaba yendo bastante bien.

Valeria apretó los dientes y se sujetó con todas sus fuerzas a las cintas de la silla de montar para no salir despedida cuando un nuevo golpe de viento la sacudió.
No vamos nada bien, pensó. Si seguimos así perderemos.
El dragón centella volaba delante de ellos, deslizándose por entre las corrientes de aire con gran agilidad a pesar de sus diez metros de tamaño. La bestia roja era más rápida que el dragón de guerra, pero tras cuatro vueltas dándolo todo y doblar a varios equipos había agotado su resistencia. Ahora jadeaba y apenas conseguía mantener el ritmo, su lengua rosada asomando por un lado de su boca.
Aún así, Estrellita no lograba alcanzarlo. El escudero del otro equipo debía tener un poder que le permitiese controlar el viento, ya que desde que iban detrás suyo no paraban de sufrir ráfagas de aire que salían de la nada, frenando y sacudiendo al dragón de guerra de un lado a otro. Estaban demasiado lejos y se movían demasiado como para usar su pistola, así que lo único que Valeria podía hacer era intentar no salir volando y maldecir en silencio. Resultaba frustrante. Ojala la Torre de Dios le hubiese dado un poder para atacar a distancia, como esas extrañas líneas de fuego que habían herido a Estrellita. Entonces podría…
Negó con la cabeza, rechazando esa cadena de pensamientos. No servía de nada perder el tiempo pensando en alternativas. Tenía que concentrarse en el aquí y ahora.
Centró su atención en Nero, que lucía extraño con su pelo totalmente despeinado debido a las ráfagas de viento. El actor no era el mismo desde el desastre de la torre. Estaba distraído y lento de reflejos, cometiendo fallos que no hacía al principio de la carrera. Aunque nadie lo diría por su aspecto tranquilo y confiado, Valeria supuso que detrás de su poder y de toda su actuación Nero estaba aturdido por lo sucedido. Necesitaba que alguien le ayudase.
Pero, ¿qué puedo hacer yo? Nunca se le había dado bien hablar con la gente. Lo suyo era golpearles y darles miedo, no ofrecer una charla de consuelo.
-El saeta va hacía vosotros –dijo en ese momento Peter. -Tened cuidado.
Valeria miró hacia atrás para vigilar al pequeño pero rapidísimo dragón azul que se acercaba a toda velocidad, casi agradeciendo su aparición que le evitaba hablar con Nero. De poco más de cinco metros la bestia era demasiado débil para suponer una amenaza al poderoso dragón de guerra, pero los dos especiales que iban sobre su lomo sí que podían serlo.
Una nueva ráfaga de viento se abatió sobre ellos, alzándoles hacía atrás. El dragón de guerra lanzó un rugido de protesta, luchando por resistir contra la corriente de aire.
-¡Mierda! –exclamó Nero. –Ese maldito hijo de perra no para de…
A pesar de la sacudida Valeria no perdió de vista al saeta, que en esos instantes estaba acelerando hacia ellos. Desenfundó su pistola, preparada para hacerla servir si creía que podía herir a su jinete sin arriesgarse a matarlo.
-…hacer servir el viento para detenernos! –acabó la frase Nero, indignado. –Estoy harto, Estrellita y yo le vamos a enseñar que…
Valeria jamás pudo saber que pretendía enseñarle el actor, porque éste calló cuando un muro de impenetrable oscuridad les rodeó tanto a ellos como al dragón centella. Las bestias rugieron sorprendidas y cegadas al mismo tiempo que sus jinetes soltaban exclamaciones de alarma.
Buena estrategia, pensó la antigua cazarecompensas, sus ojos rojos refulgiendo en medio del cubo de oscuridad de varios centenares de metros de grosor que había aparecido en medio del aire. Uno de los dos especiales del equipo del dragón saeta  debía hacer creado esta oscuridad, y ahora pretendía aprovecharse de la confusión de sus rivales para adelantarles antes de que pudiesen reaccionar. Por desgracia para vosotros, pensó mientras una sonrisa siniestra aparecía en su rostro, yo puedo ver.
-¿Qué… qué está pasando? –preguntó Nero, moviendo su mano hacia atrás para tocar a su compañera. -¿Por qué no veo nada? ¿Estás bien, Valeria?
-No te preocupes –respondió la joven, apuntando con la pistola al dragón azul que estaba a punto de rebasarlos a poco más de diez metros de distancia. –Esto nos va muy bien.
Disparó, el estallido de la pistola resonando como un trueno en medio de la oscuridad. El ojo del dragón saeta explotó en una nube rojiza.
-Perfecto –susurró Valeria viendo como la bestia azulada gritaba de dolor y perdía el control, descendiendo con rapidez. –Ordena a Estrellita que vuele hacia adelante, Nero –dijo apretando su brazo para transmitirle seguridad. –Saldremos de la oscuridad enseguida. Ya te guiaré si veo algún problema.
Poco tiempo después, el dragón de la guerra emergió de nuevo a la claridad del día. Habían dejado atrás al centella, confundido en medio del cubo de oscuridad, y justo delante tenían el cuarto punto de control: la catarata.
Por primera vez en la carrera, iban en cabeza.
-¡El dragón de Miska! –gritó Peter en sus oídos. -¡Encima vuestro!
Valeria sólo pudo gritar antes de que el otro dragón de guerra los embistiera.

Gritos de dolor. Rugidos de rabia. El estruendo del agua cayendo por la catarata. La música sonando a todo volumen por los Peter-transmisores.
¿Qué está pasando?, se preguntó Nero.
Los dragones de guerra luchaban el uno contra el otro, agarrados en el aire en un abrazo salvaje. Las garras rasgaban las duras escamas, las fauces se cerraban sobre la carne. La sangre manaba de las heridas abiertas y caía hacia las aguas.
Y mientras todo esto sucedía, Nero sólo podía agarrarse a la cintas y rezar, su cuerpo entero temblando por la ferocidad del combate.
De repente las bestias se separaron, cogiendo distancia para volver a lanzarse la una contra la otra. Valeria aprovechó la momentánea calma y disparó con la pistola, pero el proyectil rebotó inofensivo en el enorme escudo que Ronick sostenía sobre su hermana para protegerla.
Los ojos de Miska refulgieron dorados.
-Vete –le ordenó a Nero, su voz sonando clara a pesar de la distancia, a pesar del estruendo de la catarata y de la música que Peter les había puesto especialmente para prevenir su poder, pensando que así lograrían no escuchar sus órdenes y que por lo tanto no les afectase.
Nero tiró de las riendas bruscamente, provocando que Estrellita cambiase de dirección con un vuelco y un rugido de protesta. Valeria, que justo en ese momento había vuelto a disparar, soltó una exclamación de sorpresa y cayó hacia atrás, los estribos que sujetaban sus piernas a la silla de montar rotos tras el choque de los dos dragones.
No. Atrapado en el poder de Miska, Nero no podía hacer nada mientras Valeria caía hacia la catarata, la mano extendida en un inútil intento de agarrarse al dragón. No. Estrellita movió las alas con energía, alejándose a cada segundo que pasaba más y más metros de la joven que se precipitaba a una muerte segura.
¡He dicho que no, joder! El actor intentó moverse, resistirse a la orden, pero sus músculos no le respondían. Los ojos le lloraban por el esfuerzo y la desesperación, pero seguía ordenando al dragón de guerra que se alejase.
Valeria iba a morir por su culpa y no podía evitarlo. Una vez más, la misma pesadilla.
No. Yo no puedo hacerlo, pero hay alguien que sí puede.
El frío y repulsivo ser de Nashern el vampiro lo envolvió. Su crueldad, su fuerza, su férrea voluntad. Gracias a su poder, Nero lo hizo real.
Con un estremecimiento, el dragón de guerra dio media vuelta. Regresaron a la catarata, pero le bastó una rápida mirada para darse cuenta de que no había ni rastro de la joven. Nashern asintió, asumiendo la situación con fría lógica. Valeria había muerto.
No podía perder más tiempo buscándola.
Bajaron por la catarata a toda velocidad. Nashern no sentía miedo ni emoción, así que sus labios permanecieron cerrados durante todo el descenso. Observó con indiferencia el lago de aguas azules y las montañas amarilla, aunque sus ojos brillaron astutamente al descubrir el dragón de guerra Majestad surgiendo de entre la espuma, a unas pocas decenas de metro sobre el lago.
Estrellita extendió las alas y viró hacia arriba, preparándose para realizar un ataque sorpresa sobre el otro dragón. Sintiendo las emociones de su jinete, preparó las garras para destrozar las alas de su rival.
-Nero, escúchame –dijo Peter, sonando un tanto distorsionado. –Lo acaban de confirmar por la radio: Miska y su hermano han salvado a Valeria y la llevan en su dragón Majestad.
Nashern contuvo a Estrellita, limitándose a volar tras el otro dragón en vez de derribarlo. Aguzó la vista, y le pareció distinguir la figura tumbada de la antigua cazarecompensas al lado del hermano de Miska. No había ninguna cuerda que sujetase a Valeria, por lo que lo más seguro es que saliese despedida si les atacaba.
Es una lástima, pensó el vampiro observando a la mujer de pelo azul que sangraba de una herida en el brazo. Pero no me puedo arriesgar a perder a una aliada como Valeria. La próxima vez, quizá.
El dragón Majestad cruzó la meta, consiguiendo un nuevo éxito y aumentando aún más la fama de Miska. El público aplaudió, enfervorecido.
Y tras ellos, en segundo lugar, cruzó Nero.

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