Clarence dio una última calada a su cigarrillo antes
de aplastarlo contra el cenicero. Al contrario que sus compañeros, que bebían y
fumaban con total despreocupación, él prefería dejarse esos pequeños placeres
para después de la reunión.
Se encontraba en una pequeña sala del periódico
“Estrellas y Dragones”, sentado junto a una carísima mesa de madera nogal llena
de licores de todo tipo, ceniceros y cuadernos de notas. Un retrato del
histórico fundador del periódico en un marco dorado adornaba la pared tras la
cabecera, como una presencia vigilante y atenta. El humo del tabaco inundaba la
sala, a pesar de la ventana ligeramente abierta que daba a la calle. Aunque Clarence
vestía sus mejores galas (el traje negro que llevó para la boda de su hermana y
una esplendida camisa blanca prestada, que mucho temía que tendría que lavar
para quitar el olor a tabaco), se sentía un poco fuera de lugar en un ambiente tan
sofisticado. Al menos se había afeitado la barba de varios días que llevaba
siempre y lucía un rostro fino como el de un bebé.
Junto a él se encontraba el director del periódico y
tres periodistas más. Luthier, el gordo bigotudo que sabía más de dragones que
cualquier criador. Nacard, siempre con una copa en la mano y un comentario
ingenioso a punto. Franel, una enciclopedia viviente de las carreras, que en
esos instantes tonteaba con la joven secretaria que le servía una bebida.
Sus nombres eran míticos dentro del mundillo de las
carreras de dragón. Por su parte, Clarence los había admirado desde que no era
más que un adolescente con granos que aspiraba a ser periodista. Había soñado
con trabajar con ellos, con ganarse su respeto y, quizás, su admiración. Y
ahora, tras años de duros esfuerzo persiguiendo a los especiales como un
sabueso, de jugarse el pellejo por una entrevista y de arrastrase por las
cloacas de la sociedad, por fin había obtenido su recompensa: le habían
convocado a una de las reuniones periódicas en las que se decidía el curso del
periódico.
Arrugó el rostro en una mueca de dolor. Desde que le
habían comunicado la noticia que no había parado de tener retortijones en el
estómago.
- Caballeros –dijo el director del periódico dejando
caer la ceniza de su enorme puro sobre un cenicero-, será mejor que empecemos
la reunión antes de que nos quedemos sin bebida. Hoy tenemos con nosotros a
nuestro compañero Clarence –dijo señalando con la mano al periodista-, a quien
estoy seguro conocerán.
-Clarence –le saludó Luthier con una leve
inclinación de cabeza.
-Un artículo genial, Clarence –comentó Nacard con
una sonrisa. –Mi mujer y sus amigas está encantadas; no paran de hablarme sobre
él. Creo que nunca la había visto tan interesada por las carreras de dragones.
-Gracias –respondió Clarence con voz temblorosa y
las mejillas al rojo vivo. Bajó la mirada, avergonzado por su reacción, pero al
mismo tiempo orgulloso porque reconociesen su trabajo.
Aunque fuese por un artículo en el que sólo había
puesto la firma. Es mío, pensó notando
un nuevo retortijón. Es mi artículo. Mi
noticia.
-¡Levanta la cabeza, muchacho! –exclamó el director,
ofreciéndole a Clarence una copa de un licor que desprendía un fuerte olor a
hierbas. –Has hecho un trabajo excelente en las últimas semanas. Cuando todos
estábamos maldiciendo a esos desgraciados del “Heraldo de la Mañana”, vas tú y
nos traes un reportaje completo sobre Miska, Nero y su amor secreto. Con un
estilo propio, agresivo y provocador, tan diferente de tus otros artículos como
la noche del día.
-No te lo tomes a mal –dijo Luthier acariciándose la
punta del bigote con una mano mientras con la otra sostenía una copa medio
llena, -pero tus otros artículos eran… bueno, aburridos. Sosos, sin una pizca
de inspiración ni pasión. ¿Quién iba a adivinar que guardabas todo eso dentro? Pensaba
que eras un dragón verde, y resulta que escondías todo un dragón de guerra.
Clarence no dijo nada, encajando con una sonrisa
hueca las palabras que como martillazos destrozaban los cimientos de toda su
vida. Aburridos, repitió para sí. Sosos, sin una pizca de inspiración ni
pasión.
Cogió la copa que le ofrecía el director y la vació
de un trago, tan rápido que apenas notó el líquido ardiente bajando por su
garganta.
-Así que la pregunta que nos hacemos ahora,
muchacho, -continuó el director-, es: ¿puedes conseguir más? La gente adora la historia de Miska y Nero.
-Esos dos son unas estrellas por sí mismos –dijo
Franel, hablando por primera vez desde que había empezado la reunión Levantó
tres dedos de su mano derecha, a los que fue señalando mientras exponía su
argumento. –Primero: dominaron a un dragón de guerra a la primera, un logro de
por sí excepcional y que no había sucedido nunca antes. Segundo: han demostrado
que son buenos jinetes, Miska durante la temporada pasada y Nero en la carrera
amistosa. Tecero, pero no por ello menos importante: tienen carisma.
-Sí, se podría decir que sólo tienes que poner una
foto de cualquiera de los dos en portada para aumentar las ventas –corroboró Nacard.
–Y juntos, con su amor prohibido que está condenado a acabar en desastre, será
todo un éxito. -El periodista guardó silencio un momento, pensativo. –Me acabo
de dar cuenta lo mucho que se parece esta historia a la de esa obra de teatro
nueva, Romeo y Julieta.
-Mejor aún –dijo el director-; a nuestros lectores les
gustará más aún.
Al final eso es
todo lo que importa, pensó Clarence cogiendo una botella de
licor para volver a llenarse la copa. Más allá de la magia de escribir buenas
historias, el romanticismo de perseguir una noticia o la pasión de las carreras
de dragón, lo más importante para un periodista era eso. Vender periódicos.
No era una sorpresa: lo supo desde el primer día que
pisó la redacción. Pero resultaba amargo, puede que incluso decepcionante,
descubrir de primera mano que personas a las que tanto admiraba pensaban así.
-¿Qué respondes, Clarence? Sé sincero. Si no te ves
capaz, no pasa nada. Un buen periodista es capaz de reconocer sus propias
limitaciones-. El director parecía sincero, pero el mensaje estaba claro. Si rechazo esta oportunidad, nunca pasaré de
ser un fracasado. –Por supuesto, si aceptas y cumples las expectativas,
serás recompensado. Aumento de sueldo, despacho propio, dietas pagadas…
-Y una preciosa secretaria para alegrarte la vista
–apuntó Nacard con un guiño cómplice, provocando las carcajadas del director y
los otros periodistas. Clarence rió con ellos, esperando que sólo él se diese
cuenta de lo falso que sonaba.
Se llevó la copa a los labios y dio un breve sorbo
para ganar tiempo. Notaba las miradas expectantes del resto de presentes clavadas
en su persona, aguardando su respuesta. Era arriesgado. Una estupidez casi
suicida. Habían bromeado y charlado con él como si fuese un viejo amigo, pero Clarence
no tenía ninguna duda de que lo echarían a la calle de una patada si descubrían
la verdad sobre el éxito de su artículo. Un éxito que, además, no tenía ni la
más remota idea de si podía volver a repetir.
Aún así, no tenía otra opción. Era su sueño, y
Clarence Maljan siempre seguía su sueño.
-Podéis contar conmigo –afirmó, bebiéndose el resto
de la copa y esperando que el licor le ayudase con su dolor de estómago. –No os
decepcionaré.
Tres
días después
El bar era un sitio deprimente y oscuro que olía a
tabaco y sudor. Estaba casi vacío, a excepción de un viejo desdentado que
ojeaba un periódico y el aburrido dueño del local. Clarence estaba sentado en
una vieja y roñosa silla de madera, con el cuerpo echado hacia adelante para no
mancharse la camisa con el sucio respaldo. Ante él, un café oscuro y espeso le
esperaba en una taza de un blanco amarillento. El periodista lo contemplaba
dubitativo, debatiéndose entre la prudencia y la necesidad de echarse algo
caliente al cuerpo.
Cinco minutos más tarde, cuando apareció la persona
a la que esperaba, el café aún seguía intacto.
-Siéntate, por favor –dijo Clarence, mostrando una
sonrisa de brillantes dientes y señalando a la silla vacía que había enfrente
de él. –Me alegro que hayas podido venir
tan pronto. ¿Quieres un café, una copa…? Yo invito.
-No, no hace falta –respondió el hombre flacucho,
que dejó una carpeta con documentos sobre la mesa antes de sentarse. –No quiero
hacerte perder más tiempo. Aquí te traigo más fotos de Miska y Nero, así como
varios artículos. De nuevo, gracias por aceptar mis condiciones. Entiendo que
para un periodista de tu categoría le resulte molesto no poder redactar él
mismo las noticias.
-No te engañare si te dijese que no es una molestia
–respondió Clarence, recogiendo la carpeta. –Pero no sería el mejor periodista
del “Estrella y Dragones” si rechazase una noticia tan buena como ésta sólo
debido a mi orgullo. Además, unas pequeñas correcciones realizadas por mi
experto toque y tus artículos no estarán tan mal.
-Perfecto-. Peter Rodriguez sonrió con satisfacción.
Sus ojos observaron a Clarence como si éste no tuviese secretos para él. -Me
alegro que nos entendamos.
Hola,
ResponderEliminarEl personaje de Clarence me ha gustado mucho, me da la sensación que cree en una cierta moral pero está dispuesto a llegar más allá de lo que puede considerar correcto o satisfactorio si es necesario. También me ha gustado el detalle del dolor de estómago, unir el estrés emocional a la incomodidad física en momentos delicados hace más reales y vulnerables a los personajes. En general creo que todos los sentimientos o motivaciones que describes son interesantes y reales. Me hace gracia que él se vea diferente a los redactores, cuando en realidad es mucho más parecido a ellos de lo que piensa.
También me ha gustado que no digas directamente que Peter le ha proporcionado las noticias, sino que dejas que vayamos atando cabos, relacionando lo que dice Clarence con el final del anterior capitulo, en que Peter se interesaba por quien había publicado la noticia de Nero y Miska. Al menos a mí no me resulta confuso y es interesante desenredar el significado de la amargura que desprenden sus reflexiones.
La reunión de Peter con Clarence también me ha gustado mucho, sobre todo la descripción de la escena y el café. Lo único que no he entendido es la parte en que Peter le da más fotos de Miska y Nero, quiere decir esto que han cerrado un trato para darse más popularidad? Supongo que lo veremos adelante.
Hola Jaime,
ResponderEliminarMe alegro de que no te haya resultado confuso que haya sido Peter le proporcionaba las noticias. He intentado jugar un poco con este tema, pero sin crear un suspense excesivo.
He querido escribir como una persona mediocre, entendiéndose como una persona "normal", sin nada especial. Le pone ganas, tiene un sueño, pero no tiene lo necesario para realizarlo.
Por suerte para él, ahí está Peter...