lunes, 5 de agosto de 2013

Capítulo 21 (Parte 3) - Viajeros

Hoy
El presidente de la Asociación de Carreras de Dragón era un hombre anciano. Flaco, con la cara llena de arrugas y manchas de la edad, vestía un traje de corte antiguo y se inclinaba sobre el micrófono como si estuviese a punto de caerse. Tosió un par de veces, una tos seca y apagada que casi ni se oía.


Las poco más de cien personas reunidas en la sala principal del hotel Majestique aguardaban en un silencio expectante a que el anciano reuniese las fuerzas suficientes para hablar. Entre ellos estaban las principales figuras del país, políticos, empresarios e incluso algún miembro de la antigua nobleza. También había periodistas, un pequeño número procedentes de los periódicos deportivos que no paraban de tomar notas, y guardias, armados con trabucos que vigilaban las entradas.
Pero a Miska toda esta gente no le llamaba lo más mínimo la atención; los había visto una y mil veces antes en fiestas y eventos. Sus ojos verdes iban al resto de personas, las que habían acudido especialmente para esta ocasión. Un hombre negro, tan corpulento como su hermano y con el pecho desnudo cubierto de tatuajes azules. Un par de mujeres, idénticas, con la piel pálida como la leche, el cabello rubio y la mirada fría e indiferente. Otro hombre, con el rostro afilado como una cuchilla, que vestía una extraña túnica amarilla con caracteres escritos, las manos ocultas en unas amplias mangas. Y como ellos había más, muchos más, en parejas o en grupos más grandes, por toda la sala.
Especiales. Viajeros de la Torre. Formaban parte de los equipos que habían ganado las ligas de los otros países, así que serían los rivales a los que deberían enfrentarse en el mundial. Y todos parecían peligrosos, cada uno a su manera.
Tranquila, Miska, pensó, dando un sorbo de la copa de vino blanco que sostenía en la mano. Nadie más tiene un dragón de guerra. Podemos ganar. Sonrió con confianza, fingiendo una seguridad que estaba lejos de sentir, para presentar una imagen de fortaleza. Estaba segura que, al igual que ella les observaba, ellos hacían lo mismo. No podía parecer débil.
Su hermano Ronick se colocó a su lado, protector.
-Buenas tardes a todos -dijo el presidente de la asociación. Su voz sonó con claridad por toda la sala gracias a media docena de altavoces. -En primer lugar, quiero agradecerles a todos ustedes su presencia hoy. Las carreras de dragón es un noble deporte, cuya historia se remonta a...
El anciano hablaba y hablaba, relatando los primeros tiempos de las carreras de dragón con la pasión cultivada tras toda una vida dedicada a ese deporte. Miska no se encontraba con animo de fingir interés por un discurso aburrido, así que siguió buscando entre los presentes a más viajeros hasta que se encontró con unas caras conocidas: Nero, Valeria y Peter. De los tres, Nero era el único que parecía mostrar el más mínimo interés por el discurso del anciano, aunque seguramente estuviese actuando.
Ellos también tienen un dragón de guerra, pensó Miska rectificando su anterior afirmación. Pero no cuenta, claro. No son una amenaza.
Como le había explicado Nero, su equipo había pedido formalmente que les concediesen una plaza para el mundial. Era un secreto a voces que el presidente les rechazaría, pero aún así habían venido. Quizás tenían la esperanza de que se produjese un milagro, o simplemente querían ver como eran los ganadores de los otros países.
-... y así llegamos hasta nuestros días -dijo el presidente, dando por finalizada una charla de más de treinta minutos sobre los orígenes de las carreras de dragones. El anciano hizo una pausa para beber un vaso de agua que le trajo un ayudante, mientras la mayoría de personas de la sala cuchicheaban entre ellas, impacientes por que confirmase de una vez lo que todos ya sabían. -Y ahora -continuó el anciano- procederé a comunicar la lista de equipos clasificados para el mundial de este año.
-Por fin -susurró Miska lanzando un suspiro-, ya pensaba que nos íbamos a tirar aquí todo el día.
Ronick sonrió, divertido ante sus palabras.
-En primer lugar, procedentes del país de Marlle, Miska y Ronick. Suban al estrado, por favor.
Allá vamos. Le hizo un gesto con la cabeza a su hermano para que la siguiera, tragó saliva y mostrando su mejor sonrisa se dirigió hacia donde les aguardaba el presidente.
La gente se apartaba a su paso, personas importantes de este mundo y viajeros de la Torre por igual. Más de un centenar de personas la estaban observando. Era consciente de la imagen que ofrecía, y le gustaba: una preciosa mujer, tentadora, segura de sí misma. Sentirse el centro de atención de tanta gente era como... como si una descarga de energía llenase todo su ser.
Le encantaba. Era uno de los motivos por los que valía la pena vivir.
Subió las escaleras que llevaban al estrado, su hermano unos pasos por detrás de ella, y saludó con una coqueta sonrisa y una pequeña inclinación de los hombros -lo que le daba un primer plano de su escote- al anciano presidente cuando llegó a su lado.
-Buenas tardes, presidente.
El anciano parpadeó, sorprendido ante la insinuación de la carne. Intentó apartar la vista, pero sus ojos regresaban una y otra vez al mismo punto.
Todos los hombres son iguales, pensó Miska con satisfacción. Incluso los viejos.
-Eh... sí... buenas tardes -acabó consiguiendo decir el presidente, sus ojos aún clavados en los pechos de Miska. El par de ayudantes que le acompañaba, avergonzados, miraron hacia otro lado hasta que el anciano consiguió recuperar el aplomo y apartar la mirada. Luego caminó con pasos tambaleantes hacia una mesa escoltada por guardias, de donde recogió un par de medallas antes de regresar junto al micrófono. -Estas medallas -anunció con voz grave-, son la recompensa por conseguir un puesto para el mundial. Es una pequeña muestra del honor que estos jinetes de dragón se merecen.
Cada medalla era un circulo de oro de unos cinco centímetros de diámetro, con el dibujo de un dragón con el cuerpo enroscado grabado con maestría en su superficie. Los ojos eran dos rubíes resplandecientes, mientras que las fauces abiertas revelaban una hilera de diamantes en forma de colmillos. No habían escatimado en gastos.
El presidente se acercó a Miska y a Ronick para darles las medallas, y la mujer de pelo azul dio un pequeño paso a atrás y le hizo un gesto con la mano a su hermano para que fuese primero. Ronick la miró sorprendido, pero hizo lo que le pedía. Se acercó al anciano e inclinó la cabeza lo suficiente para que éste pudiese ponerle la medalla. Una vez el disco dorado rodeó su cuello se echó a un lado, dejando sitio a su hermana.
Miska caminó hacia al presidente, insinuante, sonriendo como si el hombre que tuviese delante fuese un atractivo joven. Despacio, saboreando el momento, inclinó la cabeza de tal manera que una vez más los ojos del anciano no pudieron evitar verse atraídos por los encantos de la mujer. Y, al igual que antes, sus ayudantes se apresuraron a mirar hacia otro lado. El presidente tragó saliva y con manos temblorosas procedió a rodear el cuello de Miska con la medalla, tan cerca que la mujer podía sentir su desagradable aliento sobre su rostro. Tan cerca que nadie más se daría cuenta.
Ahora.
Sus ojos resplandecieron de color dorado.
-Acepta la petición de Nero. Dales una plaza para el mundial.
Por un instante el presidente se quedó quieto, paralizado, su rostro marcado por el conflicto de voluntades. Intentaba luchar contra el poder de Miska, pero era una batalla perdida de antemano. Tras unos instantes se relajó y adoptó una expresión calmada, su voluntad alterada para seguir las órdenes de la mujer. El efecto sólo duraría unos minutos, pero sería suficiente. Una vez pronunciada la declaración en público ya no podría echarse atrás.
-Gracias -dijo Miska, echándose hacia atrás con la medalla envolviendo su cuello. Echó una rápida mirada a su alrededor, confirmando que nadie se había dado cuenta de lo que acababa de pasar. Nadie lo había visto.
Ella y su hermano regresaron a su sitio entre la multitud justo a tiempo de escuchar como el presidente anunciaba que, tras mucho reflexionar y considerar todos los puntos, había decidido aprobar la petición del equipo de Nero. Les concedía una plaza para el mundial.
Exclamaciones de asombro e incredulidad, miradas consternadas, unos tímidos aplausos y un grito que se escuchó con claridad: “¡Lo sabía! ¡Sabía que lo conseguiríamos!”
Era sorprendente, pero no increíble. Todo el mundo pensaba que el presidente rechazaría la solicitud, pero había que reconocer parte de razón en el argumento del equipo de Nero: de no ser por la intervención de un equipo que ya estaba expulsado hubiesen ganado. Y además, los patrocinadores habían presionado duramente para conseguir que participasen en el mundial. Tenía sentido que el presidente hubiese acabado cediendo.
Nadie parecía sospechar nada.
-¿Por qué lo has hecho, hermana?
Ronick. Miska alzó el rostro para enfrentarse con la dura mirada de su hermano.
-¿Por simpatía? ¿Por amor? ¿O es que acaso creías que tenías que devolverle el favor después de que él nos dejase ganar en el clasificatorio? -Su hermano hablaba en voz baja, pero sus palabras estaban cargadas de crítica. Miska podía contar con los dedos de una mano cuantas veces Ronick le había hablado en ese tono. -Sabes que nuestro mundo está acabado, hermana. Que nosotros mismos nos salvamos sólo gracias a las súplicas de nuestra madre y al sacrificio de muchos otros. No podemos fracasar. Lo que has hecho ha sido un riesgo estúpido que nos ha puesto en peligro y que dificultará que ganemos el mundial. Lo que tú has hecho ha sido una...
Miska le cruzó la cara a su hermano con una floja bofetada.
-Basta, Ronick.
El hombretón se llevo la mano a la mejilla, más sorprendido que dolido.
-Era un riesgo controlado, hermano. Verás, Nero no puede matarme. Para él, yo soy una amiga demasiada valiosa. Y para nosotros es un aliado, otro dragón de guerra sobre el cual nuestros rivales destinaran sus ataques. Un equipo que parece más peligroso que nosotros, ya que ellos hubiesen ganado el clasificatorio de no ser por Otome.
-Yo... entiendo. Tienes razón. Perdona, hermana. Entonces, ¿si el equipo de Nero se pone en nuestro camino nosotros...
Se calló, esperando a que Miska acabase la frase por él.
-Acabaremos con ellos -concluyó la mujer de pelo azul. Sus ojos verdes fueron hacia Nero, que eufórico por la noticia bailaba abrazado con Peter mientras Valeria los contemplaba avergonzada. -Lo único que nos importa es pasar la prueba de la Torre.


No hay comentarios:

Publicar un comentario