lunes, 7 de octubre de 2013

Capítulo 23 (Parte 3) - La Mano del Demonio

Las nubes habían abandonado la Mano del Demonio. Tras varios días de nerviosa espera, finalmente el mundial de carreras de dragón tendría lugar.


Ya no hay marcha atrás, pensó Nero mientras se ataba las botas de montar, sintiendo una sensación parecida a cuando empezaba en el mundo del teatro y se presentaba a una audición. Entonces todo el esfuerzo dedicado durante infinidad de horas a ensayar un papel con la ayuda de Eyre o frente al espejo se decidía en un instante ante el director de la obra. Ahora era lo mismo, dejando aparte el pequeño detalle de que si fracasaba no perdería un trabajo sino que acabaría en el estómago de un dragón.
Sus compañeros ya estaban preparados. Peter se había instalado en una reservada y carísima habitación de una posada, desde la cual escucharía la radio y les daría consejos sobre la estrategia a seguir. Era más útil observando la carrera desde una posición elevada desde la cual tuviese una visión global y les pudiese avisar de emboscadas o de ataques sorpresas, justo como había sucedido en el clasificatorio, pero en el mundial eso resultaba imposible. Había demasiada gente, demasiados espectadores, organizadores y periodistas en las seis montañas que formaban la Mano del Demonio como para encontrar un lugar con esas características que no estuviese ya ocupado.
Valeria, por su parte, se había marchado hacía un rato, silenciosa como una tumba, y ya debía estar esperándole junto a Estrellita. Ni la inminente carrera, ni las heridas que había sufrido ayer ni las disculpas del actor habían logrado que el enfado de la joven disminuyese ni un ápice. De hecho, si las miradas matasen, Nero ya estaría criando malvas.
¿Pero cómo pude ser tan idiota? ¿Cómo? En un momento de debilidad le había explicado a Peter lo sucedido –esperando algún consejo, quizás un poco de apoyo- y todo lo que había conseguido era que se echase a reír diciendo que “había hecho un Ross”. Perfecto. Otra de sus típicas bromas que no entiende nadie y que tanta ayuda dan.
Apartó esos pensamientos a un lado. Ahora necesitaba concentrarse en la carrera y no en su tumultuosa vida sentimental propia de una comedia. Una vez acabase el mundial  –y si seguían vivos- intentaría aclararlo todo. La culpabilidad por traicionar a Eyre, la atracción que sentía por Valeria. Todo eso podía esperar.
Acabó de atarse las botas y se puso de pie, comprobando su estado ante el espejo de su habitación. ¿Chaqueta de piel para protegerse del frío? Lista. ¿Gafas para el viento? Listas. ¿Peter-transmisor? Preparado. ¿Pelo? Impecable. ¿Nervios? A flor de piel.
Cogió aire y lo soltó lentamente, reuniendo valor.
-Vamos allá –murmuró para si. –Empieza el espectáculo.
Salió de la casa que la organización del mundial les había proporcionado y se dirigió hacia los establos. Caminaba con seguridad, la espalda derecha y el asomo de una sonrisa en su rostro, e incluso saludaba con una respetuosa inclinación de cabeza a los otros participantes de la carrera con los que se encontró en su camino. Mejor parecer fuerte y confiado que no una presa fácil. Mientras que el primer caso podía ser peligroso si varios equipos decidían unirse en su contra, lo segundo siempre lo sería.
Nero arrugó la nariz cuando llego a la zona de los establos. La peste, causada por toneladas de excrementos y restos de comida, era horrible y golpeaba el estómago como un puñetazo a traición, pero sabía por la experiencia que tras los primeros –y duros- minutos el olfato se acababa acostumbrando. Haciendo de tripas corazón siguió caminando, esforzándose por parecer un tipo duro cuando apenas podía aguantarse las ganas de vomitar.
Dos mozos de cuadra atendían en ese momento a Estrellita. Eran poco más que unos adolescentes, pero trabajaban con el enorme animal sin el menor asomo de miedo. Uno de ellos recogía pedazos de carne sanguinolenta del suelo mientras que el otro cepillaba las escamas negras de la bestia con energía, canturreando por lo bajo una canción que Nero no reconoció. Valeria estaba sentada en un taburete viéndoles trabajar, los brazos cruzados y cara de pocos amigos. Tenía un aspecto muy peligroso, con la pistola y un cuchillo en el cinturón así como su espada atada a la espalda.
El actor saludó a los mozos y se acercó a su compañera, intentando ignorar la mirada asesina que le lanzó ésta en cuanto lo vio.
-Ho…Hola Valeria –dijo Nero, maldiciendo por dentro su tartamudeo nervioso. ¿Por qué no podía parecer tan seguro de sí mismo hablando con esta mujer que encarándose a personas que no dudarían en matarlo? -¿Cómo estás? ¿Te duelen las heridas de ayer al caminar?
-No te preocupes por mí. Puedo luchar.
-Ah… Bien, entonces. Supongo que bien. Si necesitas algo o si hay algo que puedo hacer para que…
-No hace falta –le interrumpió la joven. –No soy una delicada princesita, Nero. Un par de moratones y cortes no evitarán que cumpla mi palabra.
-Ya, ya lo sé. No quería decir eso-. Dios, que frustrante es hablar con esta mujer. Le sonrió, intentando ablandarla con su encanto, pero fue como si hubiese golpeado una pared de ladrillos con un martillo de goma. –Sé que cumplirás tu palabra; eso no me preocupa. Lo que quiero decir es que…
Sus palabras se vieron ahogadas por las pisadas de un animal de varias toneladas y por los gritos de sorpresa de los mozos. Nero se dio la vuelta a ver qué sucedía y no tuvo tiempo ni de parpadear cuando una lengua rosada y viperina tan grande como su persona le lamió entero, cubriéndole de babas.
-¿Qué demonios… -empezó a exclamar Nero cuando el dragón de guerra volvió a darle un nuevo lametón que le mojó hasta los huesos con saliva. -¡No, no, para Estrellita! ¡Malo, dragón malo!
Estrellita retrocedió un par de pasos y bajó la cabeza hasta casi tocar el suelo, sus tres ojos evitando mirar al actor. El enorme dragón de guerra parecía arrepentido, pero eso no ayudaba a que Nero se sintiese mejor.
Tampoco lo hacía el que Valeria hubiese estallado en carcajadas.
-¡Aghhh, qué asco! –dijo Nero pasándose las manos por la cara para quitarse la saliva del dragón. Estaba pringado de babas de la cabeza a los pies, empapado como si hubiese caído en un río. Era asqueroso, olía fatal y le había dejado un sabor de lo más desagradable en la boca. –Dios, ¿por qué has hecho eso, Estrellita? ¿No hubiese sido más limpio morderme si querías castigarme por algo?
Nero dio otro grito de horror al comprobar que su pelo estaba horrible, lo que provocó un nuevo estallido de risas por parte de su compañera.
-Sí, claro –dijo Nero enfadado-, encima tú ríete. ¿Sabes cuánto tardo en peinarme para tener un aspecto impecable?
Valeria rio aún más fuerte, lo que provocó que soltase un quejido de dolor y se llevase la mano al costado derecho. Reía, pero se retorcía como si al mismo tiempo le hiciese daño.
-Para, por favor –suplicó la joven con los ojos llorosos, alzando una mano para que el actor callase. –Las heridas me duelen si me rio tanto. Me estás matando con tus tonterías.
Nero soltó un bufido, pero guardó silencio. Tonterías¸ pensó lanzando un nuevo bufido, ¿pero qué se ha creído? ¿Desde cuándo es una tontería querer tener un buen aspecto? Uno de los mozos vino corriendo con un trapo con el que a menos se pudo secar la cara.
-Lamento lo sucedido, señor –dijo el mozo. –Estrellita no quería haceros ningún mal. Los dragones se muestran a veces así de cariñosos si sienten que su señor está triste. Iré a buscar más trapos para que se pueda secar.
-Es mejor que me traigas algo de ropa –replicó Nero tirando al suelo el trapo empapado de saliva. –Será más rápido.
-Sí, señor.
Le dio las llaves de la casa e instrucciones de dónde podía encontrar la ropa y el mozo salió corriendo, obediente. Nero lo observó durante unos instantes, asegurándose que no se desviaba del camino, antes de girarse de cara al dragón de guerra.
Estrellita seguía inmóvil, encogida como un niño al que han pillado haciendo una trastada. Ante la mirada del actor empezó a gemir lastimosamente.
-Está bien –dijo Nero dándose por vencido. –Lo siento. Perdóname por haberte reñido. Sé que no lo hacías con mala intención.
Se acercó y le acarició el morro con afecto, con cuidado de no rasparse con las duras escamas. El dragón de guerra hizo una especie de ronroneo profundo.
-No se puede negar que tienes éxito con las mujeres –comentó Valeria en tono jocoso. Ya no reía, pero seguía manteniendo la mano en el costado. –Estrellita desde luego se preocupa por ti.
-Al menos ella acepta una disculpa –respondió Nero sin pensar, lo que llevó a ganarse una nueva mirada cargada de reproche de Valeria. Muy bien, Nero, así seguro que consigues que te perdone. –Al menos espero que con todo esto no se haya estropeado el Peter-transmisor.
Se llevó la mano al oído y discretamente se dio un par de golpecitos en el dispositivo, esperando escuchar algún ruido de estática que confirmase su funcionamiento. Nada. Cero. El lengüetazo de Estrellita lo había cubierto de saliva y debía haberse estropeado.
Nero hizo una mueca de disgusto. Sólo faltaba eso.
-¿Y bien? –le preguntó Valeria.
-No funciona.

Una bengala verde estalló como un trueno en el cielo. Nero y Valeria la miraron durante unos segundos, perplejos, antes de caer en su significado. Esa era la señal, por parte de los organizadores, para que los equipos se fueran preparando. La carrera que decidía quien ganaría el mundial y por lo tanto quien superaría la prueba de la Torre estaba a punto de comenzar.

2 comentarios:

  1. Hola,

    Este capítulo me ha gustado bastante, no ocurre nada emocionante (en el sentido de batallas, amputaciones y derramamientos de sangre varios) pero tiene unos cuantos detalles que me parecen interesantes. El valor que Nero le da a las apariencias, tanto físicas como emocionales (la importancia de no mostrarse débil) y relacionado con esto, la frustración que le causa el no poderse controlar delante de Valeria me parecen interesantes. Toda la ambivalencia entre el querer que le perdone y no poder contener su frustración ante la inflexibilidad de Valeria me gusta bastante.
    En cuanto el lametón de Estrellita y el ataque de risa de Valeria, me parece gracioso y es fluido. Además introduce un elemento que puede ser interesante más adelante, el que el petertransmisor no funcione seguro tendrá consecuencias futuras.

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  2. Hola Jaime,
    Me alegro que esta parte te haya gustado, es el último remanso de paz antes de la escabechina que será el mundial.
    Como dices, Nero le da mucha importancia a las apariencias porque realmente cree que importan. Aunque se pasa un poco con su mania con el pelo, en mi opinión. A parte de eso, queria introducir un poco de humor ligero y darle más "vida" a Estrellita antes de empezar la acción, de ahí el lametón, que de paso servirá como dices a darle emoción a la historia en el futuro.

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