Las
nubes habían abandonado la Mano del Demonio. Tras varios días de nerviosa
espera, finalmente el mundial de carreras de dragón tendría lugar.
Ya no hay marcha atrás,
pensó Nero mientras se ataba las botas de montar, sintiendo una sensación
parecida a cuando empezaba en el mundo del teatro y se presentaba a una
audición. Entonces todo el esfuerzo dedicado durante infinidad de horas a
ensayar un papel con la ayuda de Eyre o frente al espejo se decidía en un
instante ante el director de la obra. Ahora era lo mismo, dejando aparte el
pequeño detalle de que si fracasaba no perdería un trabajo sino que acabaría en
el estómago de un dragón.
Sus
compañeros ya estaban preparados. Peter se había instalado en una reservada y
carísima habitación de una posada, desde la cual escucharía la radio y les
daría consejos sobre la estrategia a seguir. Era más útil observando la carrera
desde una posición elevada desde la cual tuviese una visión global y les
pudiese avisar de emboscadas o de ataques sorpresas, justo como había sucedido
en el clasificatorio, pero en el mundial eso resultaba imposible. Había
demasiada gente, demasiados espectadores, organizadores y periodistas en las
seis montañas que formaban la Mano del Demonio como para encontrar un lugar con
esas características que no estuviese ya ocupado.
Valeria,
por su parte, se había marchado hacía un rato, silenciosa como una tumba, y ya
debía estar esperándole junto a Estrellita. Ni la inminente carrera, ni las
heridas que había sufrido ayer ni las disculpas del actor habían logrado que el
enfado de la joven disminuyese ni un ápice. De hecho, si las miradas matasen,
Nero ya estaría criando malvas.
¿Pero cómo pude ser tan idiota?
¿Cómo? En un momento de debilidad le había explicado a
Peter lo sucedido –esperando algún consejo, quizás un poco de apoyo- y todo lo
que había conseguido era que se echase a reír diciendo que “había hecho un Ross”.
Perfecto. Otra de sus típicas bromas que no entiende nadie y que tanta ayuda
dan.
Apartó
esos pensamientos a un lado. Ahora necesitaba concentrarse en la carrera y no
en su tumultuosa vida sentimental propia de una comedia. Una vez acabase el
mundial –y si seguían vivos- intentaría
aclararlo todo. La culpabilidad por traicionar a Eyre, la atracción que sentía
por Valeria. Todo eso podía esperar.
Acabó
de atarse las botas y se puso de pie, comprobando su estado ante el espejo de
su habitación. ¿Chaqueta de piel para protegerse del frío? Lista. ¿Gafas para
el viento? Listas. ¿Peter-transmisor? Preparado. ¿Pelo? Impecable. ¿Nervios? A
flor de piel.
Cogió
aire y lo soltó lentamente, reuniendo valor.
-Vamos
allá –murmuró para si. –Empieza el espectáculo.
Salió
de la casa que la organización del mundial les había proporcionado y se dirigió
hacia los establos. Caminaba con seguridad, la espalda derecha y el asomo de
una sonrisa en su rostro, e incluso saludaba con una respetuosa inclinación de
cabeza a los otros participantes de la carrera con los que se encontró en su
camino. Mejor parecer fuerte y confiado que no una presa fácil. Mientras que el
primer caso podía ser peligroso si varios equipos decidían unirse en su contra,
lo segundo siempre lo sería.
Nero
arrugó la nariz cuando llego a la zona de los establos. La peste, causada por
toneladas de excrementos y restos de comida, era horrible y golpeaba el estómago
como un puñetazo a traición, pero sabía por la experiencia que tras los
primeros –y duros- minutos el olfato se acababa acostumbrando. Haciendo de
tripas corazón siguió caminando, esforzándose por parecer un tipo duro cuando
apenas podía aguantarse las ganas de vomitar.
Dos
mozos de cuadra atendían en ese momento a Estrellita. Eran poco más que unos
adolescentes, pero trabajaban con el enorme animal sin el menor asomo de miedo.
Uno de ellos recogía pedazos de carne sanguinolenta del suelo mientras que el
otro cepillaba las escamas negras de la bestia con energía, canturreando por lo
bajo una canción que Nero no reconoció. Valeria estaba sentada en un taburete viéndoles
trabajar, los brazos cruzados y cara de pocos amigos. Tenía un aspecto muy
peligroso, con la pistola y un cuchillo en el cinturón así como su espada atada
a la espalda.
El
actor saludó a los mozos y se acercó a su compañera, intentando ignorar la
mirada asesina que le lanzó ésta en cuanto lo vio.
-Ho…Hola
Valeria –dijo Nero, maldiciendo por dentro su tartamudeo nervioso. ¿Por qué no
podía parecer tan seguro de sí mismo hablando con esta mujer que encarándose a
personas que no dudarían en matarlo? -¿Cómo estás? ¿Te duelen las heridas de
ayer al caminar?
-No
te preocupes por mí. Puedo luchar.
-Ah…
Bien, entonces. Supongo que bien. Si necesitas algo o si hay algo que puedo
hacer para que…
-No
hace falta –le interrumpió la joven. –No soy una delicada princesita, Nero. Un
par de moratones y cortes no evitarán que cumpla mi palabra.
-Ya,
ya lo sé. No quería decir eso-. Dios, que
frustrante es hablar con esta mujer. Le sonrió, intentando ablandarla con
su encanto, pero fue como si hubiese golpeado una pared de ladrillos con un
martillo de goma. –Sé que cumplirás tu palabra; eso no me preocupa. Lo que quiero
decir es que…
Sus
palabras se vieron ahogadas por las pisadas de un animal de varias toneladas y
por los gritos de sorpresa de los mozos. Nero se dio la vuelta a ver qué sucedía
y no tuvo tiempo ni de parpadear cuando una lengua rosada y viperina tan grande
como su persona le lamió entero, cubriéndole de babas.
-¿Qué
demonios… -empezó a exclamar Nero cuando el dragón de guerra volvió a darle un
nuevo lametón que le mojó hasta los huesos con saliva. -¡No, no, para Estrellita!
¡Malo, dragón malo!
Estrellita
retrocedió un par de pasos y bajó la cabeza hasta casi tocar el suelo, sus tres
ojos evitando mirar al actor. El enorme dragón de guerra parecía arrepentido,
pero eso no ayudaba a que Nero se sintiese mejor.
Tampoco
lo hacía el que Valeria hubiese estallado en carcajadas.
-¡Aghhh,
qué asco! –dijo Nero pasándose las manos por la cara para quitarse la saliva
del dragón. Estaba pringado de babas de la cabeza a los pies, empapado como si
hubiese caído en un río. Era asqueroso, olía fatal y le había dejado un sabor de
lo más desagradable en la boca. –Dios, ¿por qué has hecho eso, Estrellita? ¿No
hubiese sido más limpio morderme si querías castigarme por algo?
Nero
dio otro grito de horror al comprobar que su pelo estaba horrible, lo que
provocó un nuevo estallido de risas por parte de su compañera.
-Sí,
claro –dijo Nero enfadado-, encima tú ríete. ¿Sabes cuánto tardo en peinarme
para tener un aspecto impecable?
Valeria
rio aún más fuerte, lo que provocó que soltase un quejido de dolor y se llevase
la mano al costado derecho. Reía, pero se retorcía como si al mismo tiempo le
hiciese daño.
-Para,
por favor –suplicó la joven con los ojos llorosos, alzando una mano para que el
actor callase. –Las heridas me duelen si me rio tanto. Me estás matando con tus
tonterías.
Nero
soltó un bufido, pero guardó silencio. Tonterías¸
pensó lanzando un nuevo bufido, ¿pero qué
se ha creído? ¿Desde cuándo es una tontería querer tener un buen aspecto? Uno
de los mozos vino corriendo con un trapo con el que a menos se pudo secar la
cara.
-Lamento
lo sucedido, señor –dijo el mozo. –Estrellita no quería haceros ningún mal. Los
dragones se muestran a veces así de cariñosos si sienten que su señor está
triste. Iré a buscar más trapos para que se pueda secar.
-Es
mejor que me traigas algo de ropa –replicó Nero tirando al suelo el trapo
empapado de saliva. –Será más rápido.
-Sí,
señor.
Le
dio las llaves de la casa e instrucciones de dónde podía encontrar la ropa y el
mozo salió corriendo, obediente. Nero lo observó durante unos instantes,
asegurándose que no se desviaba del camino, antes de girarse de cara al dragón
de guerra.
Estrellita
seguía inmóvil, encogida como un niño al que han pillado haciendo una trastada.
Ante la mirada del actor empezó a gemir lastimosamente.
-Está
bien –dijo Nero dándose por vencido. –Lo siento. Perdóname por haberte reñido.
Sé que no lo hacías con mala intención.
Se
acercó y le acarició el morro con afecto, con cuidado de no rasparse con las
duras escamas. El dragón de guerra hizo una especie de ronroneo profundo.
-No
se puede negar que tienes éxito con las mujeres –comentó Valeria en tono
jocoso. Ya no reía, pero seguía manteniendo la mano en el costado. –Estrellita desde
luego se preocupa por ti.
-Al
menos ella acepta una disculpa –respondió Nero sin pensar, lo que llevó a
ganarse una nueva mirada cargada de reproche de Valeria. Muy bien, Nero, así seguro que consigues que te perdone. –Al menos
espero que con todo esto no se haya estropeado el Peter-transmisor.
Se
llevó la mano al oído y discretamente se dio un par de golpecitos en el dispositivo,
esperando escuchar algún ruido de estática que confirmase su funcionamiento.
Nada. Cero. El lengüetazo de Estrellita lo había cubierto de saliva y debía
haberse estropeado.
Nero
hizo una mueca de disgusto. Sólo faltaba eso.
-¿Y
bien? –le preguntó Valeria.
-No
funciona.
Una
bengala verde estalló como un trueno en el cielo. Nero y Valeria la miraron
durante unos segundos, perplejos, antes de caer en su significado. Esa era la
señal, por parte de los organizadores, para que los equipos se fueran
preparando. La carrera que decidía quien ganaría el mundial y por lo tanto
quien superaría la prueba de la Torre estaba a punto de comenzar.
Hola,
ResponderEliminarEste capítulo me ha gustado bastante, no ocurre nada emocionante (en el sentido de batallas, amputaciones y derramamientos de sangre varios) pero tiene unos cuantos detalles que me parecen interesantes. El valor que Nero le da a las apariencias, tanto físicas como emocionales (la importancia de no mostrarse débil) y relacionado con esto, la frustración que le causa el no poderse controlar delante de Valeria me parecen interesantes. Toda la ambivalencia entre el querer que le perdone y no poder contener su frustración ante la inflexibilidad de Valeria me gusta bastante.
En cuanto el lametón de Estrellita y el ataque de risa de Valeria, me parece gracioso y es fluido. Además introduce un elemento que puede ser interesante más adelante, el que el petertransmisor no funcione seguro tendrá consecuencias futuras.
Hola Jaime,
ResponderEliminarMe alegro que esta parte te haya gustado, es el último remanso de paz antes de la escabechina que será el mundial.
Como dices, Nero le da mucha importancia a las apariencias porque realmente cree que importan. Aunque se pasa un poco con su mania con el pelo, en mi opinión. A parte de eso, queria introducir un poco de humor ligero y darle más "vida" a Estrellita antes de empezar la acción, de ahí el lametón, que de paso servirá como dices a darle emoción a la historia en el futuro.