Los
dragones alzaron el vuelo. Casi un centenar de las poderosas bestias batieron
sus alas a la vez, provocando un vendaval que sacudió a los árboles de un lado
a otro, hizo temblar a varios edificios cercanos y provoco que los pocos
periodistas lo suficientemente valientes –o estúpidos- como para querer sacar
fotos de la salida estuvieran a punto de salir despedidos por los aires a pesar
de las cuerdas con las que aseguraban sus cuerpos al suelo.
Decenas
de dragones, volando tan cerca los unos de los otros que casi podían tocarse
con las alas extendidas, apenas contenidos por la voluntad de sus jinetes.
Saetas, centellas, arietes, carniceros, un par de dragones de guerra e incluso
un raro ejemplar de mantícora surcaban los cielos, buscando espacio y ventaja
sobre sus competidores en una tranquila y surrealista calma cuya muerte estaba
anunciada.
Nero
alzó el rostro, disfrutando del buen día que hacía y de la sensación del viento
chocando contra su cuerpo. Envuelto en su poder se sentía tranquilo, seguro, y
se estaba esforzando por seguir así y no gritar como una niña asustada.
De
momento las cosas iban bien. A pesar de estar rodeada por un abanico de lo que
en libertad serían sus presas, Estrellita respondía con celeridad a sus
órdenes, fiel y obediente como un perro de caza. Valeria observaba a los
rivales más cercanos, una mano en la pistola y la otra en las cintas de
sujeción a la silla de montar. No podía estar seguro ya que la joven se
encontraba justo detrás suyo, pero le parecía que estaba sonriendo de oreja a
oreja y que canturreaba algo sobre matar a un calvo psicópata, lo que resultaba
perturbador a varios niveles. Valeria era la clase de persona que se sentía
viva cuanto más arriesgada era una situación, así que podía hacerse una idea
del peligro que corrían por su entusiasmo.
Nero
no recordaba haberla visto nunca tan emocionada.
Forzando
un poco la vista podía divisar, a través de la nube de dragones en constante movimiento,
a los que según Peter eran sus principales rivales para ganar el mundial. Un
centella de color violeta oscuro que maniobraba para ganar altura llevaba a
Soon-Yin y a su escolta, una mujer protegida por una armadura metálica. Las
preciosas gemelas Rostov montaban un pequeño dragón saeta azulado que se
deslizaba ágilmente entre las corrientes de aire y sus congéneres de mayor
tamaño, acercándose cada vez a las primeras posiciones de la carrera. Ulekele y
su jinete estaban bastante lejos, al oeste, pero el amenazante aspecto del
dragón mantícora hacía destacar a su equipo por encima del resto. Por último
estaban Miska y su hermano, no muy lejos detrás de Estrellita. Magnus había sido penalizado con dos minutos
de retraso en su salida por atacar a Valeria el día anterior, así que aún debía
estar en tierra.
Si tenemos un poco de suerte ese
loco no será un problema, pensó Nero. Vio un hueco en la
formación de y ordenó a Estrellita que se moviese hacia él, buscando conseguir
más espacio para maniobrar. Al igual que él, muchos jinetes hacían lo mismo. La
nube de bestias se dispersaba con gran rapidez; los ejemplares más rápidos se
adelantaban o ganaban altura, los más pesados intentaban ganar buenas
posiciones en el centro de la formación y unos pocos dragones, prudentes o más
lentos que el resto, se iban quedando cada vez más atrás. En poco más de un
minuto el apelotonamiento inicial se había reducido lo suficiente para que la
situación no resultase claustrófobica.
-Os
queda poco para llegar al primer punto de control –pudo escuchar como Peter le
decía a través del Peter-transmisor. Valeria le había entregado el suyo, ya que
habían pensado que sería más útil que lo tuviese él por si era necesario
realizar una maniobra rápida ante un aviso del terrestre. –Tomad toda la
distancia que podáis con los otros equipos y tened cuidado. Intentad no morir,
por favor.
-Hare
lo que pueda –respondió Nero, aun sabiendo que Peter no podía escucharlo. Ya
podía ver el punto de control al que hacía referencia su compañero, un enorme
globo de color rojo con tres franjas blancas horizontales. Estaba situado a
poco más de doscientos metros de la segunda montaña, lo suficientemente cerca
para que el público pudiesen tener una buena vista del espectáculo. Un
gigantesco dragón ballena cargado de gente –seguramente periodistas- lo
sobrevolaba a gran altura.
-¿Qué
sucede? –le preguntó Valeria.
-Peter,
avisando que llegamos al primer punto de control. Nos pide que tengamos cuidado
y no muramos.
-Ya
era hora de que dijese algo con sentido –replicó la joven soltando un bufido.
Nero
movió la cabeza para asentir y se agarró con firmeza a las riendas del dragón,
notando las palmas sudadas bajo los guantes de cuero. Tan pronto un equipo
cruzaba el primer punto de control podía ser atacado por el resto, acabando así
con la breve paz impuesta por la organización del mundial. Incluso usando su
poder no podía evitar sentirse algo nervioso ante lo que sucedería una vez el
dragón en cabeza superase el globo. La matanza que se desencadenaría.
Estrellita
giró el rostro hacía él, interrogándolo con su mirada de tres ojos. Un dragón
carnicero aprovechó que aleteaba con menos fuerza para adelantarlos por la
izquierda. Soy un héroe, se concentró el actor, cerrando los ojos. Soy valiente, decidido y estoy seguro de
mi victoria. No puedo perder. Valeria colocó su pequeña mano sobre su
espalda, dándole su apoyo. Ganaremos esta
carrera.
Cuando
volvió a abrir los ojos las dudas y el miedo habían desaparecido. Estrellita
respondió a sus sentimientos con un rugido estruendoso que estremeció a los
dragones cercanos.
Nero,
con los oídos pitándole por el fuerte rugido, sonrió y se inclinó hacia
adelante mientras observaba como los equipos que les rodeaban se apartaban de
ellos tanto como podían. Un dragón de guerra enfurecido era una visión temible.
-Que
vengan –dijo en voz baja el actor. De reojo pudo ver como Valeria desenfundaba
su pistola.
Del
grupo de dragones que iban en cabeza de la formación, el pequeño saeta de las
gemelas Rostov se adelantó por encima del resto. Veloz como una flecha y
mostrando una valentía que rallaba en la locura se abalanzó en solitario hacia
el punto de control y en menos tiempo del que tardó Nero en coger aliento lo dejo
atrás.
Al
momento decenas de ataques llovieron sobre él. Rayos, bolas de fuego,
estallidos de energía e incluso varias flechas hicieron blanco. Un letal
despliegue de poderes que resultó inútil, ya que el saeta los ignoró como si
nada. Una especie de barrera protectora rodeaba al veloz dragón, destellando
con una luz pálida con cada nuevo ataque que rechazaba.
-Ningún
equipo de su país consiguió dañar a ese dragón –apuntó Peter, sonando frustrado
a través del transmisor. –Esas gemelas pueden ganar este mundial sin que nadie
les roce ni uno de sus preciosos pelos.
Después
de ellas tres equipos pasaron el punto de control y un segundo más tarde cinco
más los imitaron. Protegidos por la atención que atraían sobre si las gemelas,
el resto de dragones que iban cabeza estaban pasando sin sufrir grandes daños.
Pero
no indemnes. Un saeta fue atrapado por una bola de fuego y cayó con las alas
ardiendo, su jinete y escolta consumidos por las llamas. Incluso desde la
distancia Nero pudo oír los gritos de emoción de los espectadores. Era la
primera muerte.
-No
podemos dejar que esas gemelas nos saquen ventaja –exclamó Valeria apuntándolas
con su pistola. -¡Vamos tras ellas!
Nero
sabía que tenía razón. Con un dragón tan veloz como el saeta y con su poder, si
les sacaban suficiente ventaja como para perderles de vista resultaría
imposible detenerles. Si es que podemos hacerlo,
pensó frunciendo el ceño. Lo que le han
tirado encima hubiese destruido a un pueblo pequeño, pero ni siquiera ha podido
frenarlo.
Espoleó a Estrellita y
pasaron el punto de control con la siguiente oleada de dragones, justo al mismo
tiempo que las gemelas empezaban a rodear por el este la segunda de las
montañas de la Mano del Demonio. Realizaba una maniobra para evitar un rayo
cuando con un destello apagado y un grito de dolor el saeta que iba en cabeza
se detuvo en seco y rebotó hacía abajo, como si hubiese chocado en medio del
aire contra un obstáculo invisible. Fragmentos de roca que parecían salir de la
nada caían con él.
Para
espanto de Nero, y casi sin pausa, los tres dragones que le seguían sufrieron
la misma suerte. El público estalló en gritos de emoción y los equipos se
detuvieron, perplejos ante lo sucedido.
-¿Qué
coño está pasando? –preguntó Peter. -¿Qué ha derribado a las gemelas?
Nero
no respondió. No tenía ni la más remota idea.
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