lunes, 11 de noviembre de 2013

Capítulo 24 (Parte 4) - El mundial

Les perseguían, como una manada de lobos acosando a un poderoso alce. Pacientes. Astutos. Acercándose cada vez más, poniéndolos a prueba con ataques a distancia y fintas mientras aguardaban su oportunidad para abalanzarse y derrotarlos de un único golpe.


Intentadlo, pensó Valeria, notando el peso tranquilizador de la pistola en su mano, lista para disparar en cuanto estuviesen a distancia. Hacía años que no se sentía tan viva. Vamos, ponedme a prueba.
De los cinco equipos que les seguían, Soon-Yin y otros tres estaban trabajando juntos. Para Valeria resultaba evidente por la manera en la que se movían sus dragones, maniobrando y coordinándose entre ellos para conseguir unas posiciones desde las cuales pudieran atacar a Estrellita desde arriba y abajo a la vez.
Por su parte, Miska iba a la suya, volando sin prisas a baja altura y a distancia tanto de ellos como del grupo de Soon-Yin. Ni con unos ni con otros, seguro que sólo actuaria cuando pudiese sacar el máximo beneficio.
Típico de ella, pensó la antigua Cuervo Rojo con un bufido de desprecio. 
Los seis equipos avanzaban rodeando el tercer dedo, en una calma rota de tanto en tanto por algún esporádico ataque realizado con poca convicción. El público que se agolpaba en las gradas, observatorios y posadas de la montaña les observaba en un tenso silencio, presintiendo que de un momento a otro se produciría un estallido de cruda y salvaje violencia.
-¿Qué demonios estará haciendo Peter? –preguntó Nero. –Hace ya un buen rato que no da señales de vida. Iría bien que nos explicase que pueden hacer esos equipos que nos siguen.
-Estará ocupado comiendo pasteles –respondió Valeria, aunque en realidad ella también estaba preocupada. Peter era sibilino como una víbora y no estaba del todo cuerdo, pero había demostrado que se podía contar con él para superar la prueba de la Torre. Algo debía haberle pasado. –Tú céntrate en la carrera, Nero. No podemos permitirnos distracciones  cuando las espadas se desenvainen.
-“Cuando las espadas se desenvainen” –dijo Nero, recitando la frase con la misma entonación y acento que había utilizado Valeria. -Me gusta. ¿Es un dicho de tu mundo?
-Deja la charla amistosa para después de la carrera.
Ya era bastante difícil estar pendiente de todos los equipos que les seguían, aún con sus ojos mejorados por la Torre, como para dedicarse a parlotear sin sentido.
-Puede que nunca haya un “después de la carrera”, Valeria –dijo Nero.
-Lo sé-. La joven dejo que una sonrisa creciese en sus labios, testigo del reto que era la situación en la que se encontraban. -Es emocionante.
Nero se giró para mirarla, una ceja arqueada mientras la observaba.
-¿Lo dices en serio, verdad? –dijo tras unos segundos. -Dios. Estoy haciendo servir mi poder para ser un valiente héroe, pero así y todo hay veces que me das miedo, chica.
-¿Chica? Soy mayor que tú –replicó Valeria alzando la barbilla. Puede que sea un poco bajita y parezca una adolescente, pero tengo más de treinta años. –Además, no tienes de que preocuparte. Prometí que te mantendría a salvo, ¿recuerdas?
-Y te estoy muy agradecido, de verdad –dijo Nero volviendo a girarse hacia adelante-, pero la última vez que mire las promesas no detenían las bolas de fuego. Y estoy bastante seguro de que tampoco protegen contra dientes tan largos como mi brazo. Corrígeme me equivoco –añadió bromeando-, no estoy a la última en cuanto al poder milagroso de las promesas.
El actor soltó un “ay” de protesta cuando Valeria le dio una colleja.
-Mi promesa tampoco te protege de eso, por lo visto. Déjate de tonterías, Nero.
-Sí, señora –respondió Nero con marcialidad mientras se llevaba una mano a la cabeza.
No sé cómo lo hace, pensó Valeria riendo para sí, pero siempre me acaba enredando. Incluso cuando estoy enfadada con él y quiero pegarle una paliza, el tío consigue hacerme reír.
Lanzó un largo suspiro, dejando a un lado todo pensamiento que no estuviese relacionado con la carrera y con cumplir su promesa, y se inclinó hacia atrás para poder observar mejor a sus perseguidores.
Vigilaba con especial atención al grupo de Soon-Yin, formado por tres centellas y un ariete, ya que estaba convencido que les atacarían antes que Miska. Dos de los centellas les habían atacado, uno con una especie de proyectiles negruzcos y el otro con unas flechas de fuego que no les había costado mucho evitar. Ni Soon-Yin ni el equipo del ariete habían revelado todavía su poder.
Ese ariete le parecía de lo más sospechoso a Valeria. Estaba manteniéndose a la par que las otras bestias más veloces, deslizándose por las corrientes de aire con una agilidad que no había visto en ningún otro ejemplar de su resistente raza.
Lo estaba observando, atenta a sus movimientos, cuando de repente Soon-Yin atacó. Extendió los brazos y disparó una decena de proyectiles flamígeros del tamaño de un puño. Valeria soltó una exclamación de sorpresa que se transformó en una de horror cuando se dio cuenta que los proyectiles, que dejaban un rastro de llamas a su paso, iban derechos y a gran velocidad a estrellarse contra Estrellita.
Hay algo raro en esos proyectiles, pensó Valeria, sus ojos rojos viendo con detalle el vuelo de las esferas flamígeras. Tenían un aspecto irreal, casi como si fuesen un dibujo al que le faltan colores. Como si estuviesen superpuestas, justo como…
Como pasaba con la montaña contra la que se estrellaron las gemelas Rostov, oculta tras una difusa y casi transparente imagen de cielo.
-¿Qué pasa? –preguntó Nero, alertado por tanto por Valeria como por los gritos de los espectadores. Sus ojos se abrieron como platos al ver lo que se les venía encima y cerró los puños con fuerza en las riendas para tirar y apartar al dragón de guerra del camino de los proyectiles.
-¡Espera! –gritó Valeria cogiéndole de la muñeca para inmovilizarle. Estrellita soltó un rugido que sonó a sorpresa, pero no realizó ningún movimiento brusco.
Ese ataque era una ilusión, incapaz de hacerles daño, y como tal sólo podía servir como una distracción. El verdadero ataque vendría por otra parte. Con la rapidez y percepción que le daban sus ojos mejorados, la antigua Cuervo Rojo estudió a sus perseguidores.
Miska y su dragón Majestad aún estaban lejos, incapaces de atacarles. Ni el propio Soon-Yin ni su escolta parecían estar preparando nada, y lo mismo sucedía con los otros dos equipos que iban en centellas.
El aire vibraba alrededor del dragón ariete, señal de que se preparaba para usar un poder de la Torre.
-Ignora a los proyectiles de fuego –le dijo a Nero, manteniendo su muñeca inmovilizada para que no hiciese ningún disparate ahora que la ilusión estaba a punto de caer sobre Estrellita. –El verdadero ataque vendrá por parte de ese ariete.
-¿Pero qué dices? –preguntó el actor observando al lejano dragón. -¿Me pides que no haga caso de…
Un estallido semejante a un trueno sacudió el cielo cuando el ariete salió disparado hacia ellos, mucho más veloz de lo que cualquier flecha o bestia era capaz, sus puntiagudos cuernos apuntando directamente al pecho de Estrellita. Sin perder ni un instante Valeria dejó libre a Nero y apuntó con su pistola al jinete, pero apenas tuvo tiempo de efectuar un disparo antes de que el dragón les embistiera.
El impacto fue terrible. Valeria se vio arrojada de un lado para otro como una hoja a merced de un huracán, gritando de dolor cuando la cinta que la sujetaba a la silla de montar desgarró su piel y las escamas de acero de Estrellita rasparon su espalda. En medio de la confusión creyó escuchar los gritos de Nero y el rugido de dolor y rabia de Estrellita, pero no podía estar segura. Apenas lograba mantenerse consciente.
No supo cuánto tiempo estuvieron dando vueltas sin control en el aire, pero cuando finalmente se detuvieron fue con una sacudida que le estremeció todos los huesos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario