Les
perseguían, como una manada de lobos acosando a un poderoso alce. Pacientes. Astutos.
Acercándose cada vez más, poniéndolos a prueba con ataques a distancia y fintas
mientras aguardaban su oportunidad para abalanzarse y derrotarlos de un único golpe.
Intentadlo,
pensó Valeria, notando el peso tranquilizador de la pistola en su mano, lista
para disparar en cuanto estuviesen a distancia. Hacía años que no se sentía tan
viva. Vamos, ponedme a prueba.
De
los cinco equipos que les seguían, Soon-Yin y otros tres estaban trabajando
juntos. Para Valeria resultaba evidente por la manera en la que se movían sus
dragones, maniobrando y coordinándose entre ellos para conseguir unas
posiciones desde las cuales pudieran atacar a Estrellita desde arriba y abajo a
la vez.
Por
su parte, Miska iba a la suya, volando sin prisas a baja altura y a distancia
tanto de ellos como del grupo de Soon-Yin. Ni con unos ni con otros, seguro que
sólo actuaria cuando pudiese sacar el máximo beneficio.
Típico de ella,
pensó la antigua Cuervo Rojo con un bufido de desprecio.
Los
seis equipos avanzaban rodeando el tercer dedo, en una calma rota de tanto en
tanto por algún esporádico ataque realizado con poca convicción. El público que
se agolpaba en las gradas, observatorios y posadas de la montaña les observaba
en un tenso silencio, presintiendo que de un momento a otro se produciría un
estallido de cruda y salvaje violencia.
-¿Qué
demonios estará haciendo Peter? –preguntó Nero. –Hace ya un buen rato que no da
señales de vida. Iría bien que nos explicase que pueden hacer esos equipos que
nos siguen.
-Estará
ocupado comiendo pasteles –respondió Valeria, aunque en realidad ella también
estaba preocupada. Peter era sibilino como una víbora y no estaba del todo
cuerdo, pero había demostrado que se podía contar con él para superar la prueba
de la Torre. Algo debía haberle pasado. –Tú céntrate en la carrera, Nero. No
podemos permitirnos distracciones cuando
las espadas se desenvainen.
-“Cuando
las espadas se desenvainen” –dijo Nero, recitando la frase con la misma
entonación y acento que había utilizado Valeria. -Me gusta. ¿Es un dicho de tu
mundo?
-Deja
la charla amistosa para después de la carrera.
Ya
era bastante difícil estar pendiente de todos los equipos que les seguían, aún
con sus ojos mejorados por la Torre, como para dedicarse a parlotear sin
sentido.
-Puede
que nunca haya un “después de la carrera”, Valeria –dijo Nero.
-Lo
sé-. La joven dejo que una sonrisa creciese en sus labios, testigo del reto que
era la situación en la que se encontraban. -Es emocionante.
Nero
se giró para mirarla, una ceja arqueada mientras la observaba.
-¿Lo
dices en serio, verdad? –dijo tras unos segundos. -Dios. Estoy haciendo servir
mi poder para ser un valiente héroe, pero así y todo hay veces que me das
miedo, chica.
-¿Chica?
Soy mayor que tú –replicó Valeria alzando la barbilla. Puede que sea un poco bajita y parezca una adolescente, pero tengo más
de treinta años. –Además, no tienes de que preocuparte. Prometí que te mantendría
a salvo, ¿recuerdas?
-Y
te estoy muy agradecido, de verdad –dijo Nero volviendo a girarse hacia
adelante-, pero la última vez que mire las promesas no detenían las bolas de
fuego. Y estoy bastante seguro de que tampoco protegen contra dientes tan
largos como mi brazo. Corrígeme me equivoco –añadió bromeando-, no estoy a la
última en cuanto al poder milagroso de las promesas.
El
actor soltó un “ay” de protesta cuando Valeria le dio una colleja.
-Mi
promesa tampoco te protege de eso, por lo visto. Déjate de tonterías, Nero.
-Sí,
señora –respondió Nero con marcialidad mientras se llevaba una mano a la cabeza.
No sé cómo lo hace, pensó
Valeria riendo para sí, pero siempre me
acaba enredando. Incluso cuando estoy enfadada con él y quiero pegarle una
paliza, el tío consigue hacerme reír.
Lanzó
un largo suspiro, dejando a un lado todo pensamiento que no estuviese
relacionado con la carrera y con cumplir su promesa, y se inclinó hacia atrás
para poder observar mejor a sus perseguidores.
Vigilaba
con especial atención al grupo de Soon-Yin, formado por tres centellas y un ariete,
ya que estaba convencido que les atacarían antes que Miska. Dos de los
centellas les habían atacado, uno con una especie de proyectiles negruzcos y el
otro con unas flechas de fuego que no les había costado mucho evitar. Ni
Soon-Yin ni el equipo del ariete habían revelado todavía su poder.
Ese
ariete le parecía de lo más sospechoso a Valeria. Estaba manteniéndose a la par
que las otras bestias más veloces, deslizándose por las corrientes de aire con
una agilidad que no había visto en ningún otro ejemplar de su resistente raza.
Lo
estaba observando, atenta a sus movimientos, cuando de repente Soon-Yin atacó. Extendió
los brazos y disparó una decena de proyectiles flamígeros del tamaño de un puño.
Valeria soltó una exclamación de sorpresa que se transformó en una de horror
cuando se dio cuenta que los proyectiles, que dejaban un rastro de llamas a su
paso, iban derechos y a gran velocidad a estrellarse contra Estrellita.
Hay algo raro en esos proyectiles,
pensó Valeria, sus ojos rojos viendo con detalle el vuelo de las esferas
flamígeras. Tenían un aspecto irreal, casi como si fuesen un dibujo al que le
faltan colores. Como si estuviesen superpuestas, justo como…
Como pasaba con la montaña contra
la que se estrellaron las gemelas Rostov, oculta tras una difusa y casi
transparente imagen de cielo.
-¿Qué
pasa? –preguntó Nero, alertado por tanto por Valeria como por los gritos de los
espectadores. Sus ojos se abrieron como platos al ver lo que se les venía
encima y cerró los puños con fuerza en las riendas para tirar y apartar al
dragón de guerra del camino de los proyectiles.
-¡Espera!
–gritó Valeria cogiéndole de la muñeca para inmovilizarle. Estrellita soltó un
rugido que sonó a sorpresa, pero no realizó ningún movimiento brusco.
Ese
ataque era una ilusión, incapaz de hacerles daño, y como tal sólo podía servir
como una distracción. El verdadero ataque vendría por otra parte. Con la rapidez
y percepción que le daban sus ojos mejorados, la antigua Cuervo Rojo estudió a
sus perseguidores.
Miska
y su dragón Majestad aún estaban lejos, incapaces de atacarles. Ni el propio
Soon-Yin ni su escolta parecían estar preparando nada, y lo mismo sucedía con
los otros dos equipos que iban en centellas.
El
aire vibraba alrededor del dragón ariete, señal de que se preparaba para usar
un poder de la Torre.
-Ignora
a los proyectiles de fuego –le dijo a Nero, manteniendo su muñeca inmovilizada
para que no hiciese ningún disparate ahora que la ilusión estaba a punto de
caer sobre Estrellita. –El verdadero ataque vendrá por parte de ese ariete.
-¿Pero
qué dices? –preguntó el actor observando al lejano dragón. -¿Me pides que no
haga caso de…
Un
estallido semejante a un trueno sacudió el cielo cuando el ariete salió
disparado hacia ellos, mucho más veloz de lo que cualquier flecha o bestia era
capaz, sus puntiagudos cuernos apuntando directamente al pecho de Estrellita. Sin
perder ni un instante Valeria dejó libre a Nero y apuntó con su pistola al
jinete, pero apenas tuvo tiempo de efectuar un disparo antes de que el dragón
les embistiera.
El
impacto fue terrible. Valeria se vio arrojada de un lado para otro como una
hoja a merced de un huracán, gritando de dolor cuando la cinta que la sujetaba
a la silla de montar desgarró su piel y las escamas de acero de Estrellita
rasparon su espalda. En medio de la confusión creyó escuchar los gritos de Nero
y el rugido de dolor y rabia de Estrellita, pero no podía estar segura. Apenas
lograba mantenerse consciente.
No supo cuánto tiempo
estuvieron dando vueltas sin control en el aire, pero cuando finalmente se
detuvieron fue con una sacudida que le estremeció todos los huesos.
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