lunes, 30 de diciembre de 2013

Capítulo 26 (Parte 4) - Todos tu sueños se harán realidad

El cuchillo cortó las dos arterias del cuello de Melías. La sangre brotó y el especial abrió la boca para gritar, pero Valeria se lo impidió con su mano izquierda al tiempo que le apuñalaba en el corazón varias veces con la diestra. Puede que fuese excesivo, pero no quería tomar riesgos con un viajero de la Torre. El hombre se retorció mientras lo sujetaba, sus pies pataleando a pesar de las heridas mortales, resistiéndose con un vigor inhumano. Pero su sangre manaba en abundancia y con ella se iban sus fuerzas. Unos segundos más tarde exhaló su último aliento y Valeria lo dejó caer al suelo del balcón.


Nadie había visto el asesinato, nadie a excepción de un solitario dragón verde y el grupo de periodistas que transportaba sobre su espalda.
-Bien hecho –dijo Peter en su oído a través del Peter-transmisor.
No muy lejos, un dragón rugió de furia.

******

En el rostro desfigurado por las cicatrices de Magnus apareció la sombra de una sospecha.
Lo sabe, pensó Nero/Noshern. Por suerte, ya era demasiado tarde. Estrellita alzó su enorme cabeza, mostrando los colmillos en un gesto desafiante en el que no había ni una pizca del dolor que a duras penas conseguía aguantar hacía sólo unos instantes atrás.
Valeria debía haber matado  a Melías, el viajero de la Torre que inmovilizaba a los dragones con su poder. El plan había sido un éxito.
La idea se le había ocurrido a Nero después que Peter le explicase la situación, y aunque sencillo no era por ello menos arriesgado. Atacar a Magnus, atrayendo la atención de su dragón para dejar desprotegido a Melías mientras daba tiempo a Valeria para que se le acercase sigilosamente y lo matase. Para ayudar a la antigua caza-recompensas, Nero le había entregado su Peter-transmisor y le había dado instrucciones para que se dejase ver por los periodistas, para que de esta manera Peter pudiese deducir sus intenciones y guiar a Valeria hasta su objetivo.
 Muchas suposiciones, muchas variables que podían salir mal, pero al final lo habían conseguido. Noshern levantó un pelo la comisura del labio superior en lo que era, para un monstruo como él, una sonrisa de triunfo.
Entonces el dragón carnicero de Magnus atacó.
Sus fauces se cerraron sobre el aire cuando Estrellita retrocedió, con más torpeza que agilidad, sus enormes patas luchando por conseguir un buen punto de apoyo entre las ruinas del edificio. El carnicero la persiguió de un salto y le cruzó el pecho de un veloz zarpazo, destrozando escamas y carne y dejando una profunda herida por la que empezó a manar la sangre. El dragón de guerra intentó contraatacar con un mordisco, pero fue rechazada por el golpe de uno de los látigos carmesí de Magnus.
Está débil, pensó Noshern, analizando fríamente la situación durante la breve pausa entre los ataques. El dragón de guerra jadeaba, la lengua sibilina colgando por sus fauces abiertas. Estrellita había sufrido multitud de heridas, perdido mucha sangre y forzado su cuerpo a actuar estando bajo el efecto del poder torturador de Melías. Era lógico que tanto sus reflejos como su fuerza hubiesen disminuido. Seguramente, era sólo gracias a la voluntad de servir a su amo que la bestia se mantenía en pie.
Pero la voluntad, incluso de un dragón de guerra, tiene un límite.
Con un chasquido el látigo de Mangus se movió como un fugaz destello, demasiado rápido para seguirlo con la vista. Estrellita aulló de dolor cuando su ojo izquierdo estalló en una nube de sangre, gotas calientes rociando el rostro de Noshern. Antes de que el dragón de guerra pudiese devolver el golpe, el carnicero de Magnus se interpuso entre su amo y ella, siseando mientras revelaba sus colmillos.
En unos segundos Magnus volverá a atacar con sus látigos. No puedo permitir que siga desgastando a Estrellita. Noshern parpadeó para limpiarse la sangre que le caía sobre los ojos, sus manos sujetando con firmeza las riendas de Estrellita para transmitir seguridad a la bestia. Su mente analítica observó la situación y el entorno que les rodeaba, buscando alguna manera de derrotar al carnicero y al peligroso viajero que se escondía tras él, calculando cientos de movimientos en un instante sin llegar a ninguna conclusión satisfactoria.
Entonces fue cuando reparó en ella, en la mujer de pelo azul que aún seguía de rodillas al lado del cadáver de su hermano. Se había apartado cuando Estrellita atacó a Magnus, pero había regresado junto a Ronick y ahí permanecía, detrás del loco viajero, olvidada como una pieza eliminada en un tablero de damas. Noshern/Nero la miró durante un segundo que se detuvo en el tiempo, recordando su primer encuentro, su enfrentamiento en aquella carrera amistosa, su charla casual en aquel teatro y toda la pantomima de su falsa relación. Como si pudiese de alguna manera sentir su atención, Miska levantó la cabeza y le devolvió la mirada. Al principio no había nada salvo indiferencia en su rostro ensangrentado, pero luego Miska le reconoció y algo cambió. En el único ojo que le quedaba, vacío hasta ese momento de cualquier emoción, una chispa ardió con una intensidad aterradora.
Venganza.
Miska se puso de pie, y el rugido de furia del dragón de guerra Majestad la siguió. La poderosa bestia, aún medio enterrada entre los escombros del edificio que ella misma había derribado, levantó una zarpa y aplastó con la fuerza de un titán a Magnus.
El dragón carnicero chilló ante la muerte de su amo, un sonido agudo y chirriante que le puso los pelos de punta a Nero, y se dio la vuelta para atacar a Miska.
El actor no podía dejar escapar esta oportunidad. Ahora. Estrellita sacó fuerzas de flaqueza y se abalanzó sobre la bestia más pequeña, aplastándola contra el suelo más por su peso que por la energía tras su ataque. El carnicero se revolvió como un tigre acorralado, todo furia y garras, y rasgó la pierna herida del dragón de guerra haciéndolo chillar de dolor.
Nero apretó los dientes, sintiendo casi como propio el nuevo corte en la carne de Estrellita. Él mismo presentaba numerosas heridas, sangrando por la cabeza y por el brazo allá por donde se le habían clavado las escamas, así como contusiones y moratones por todo el cuerpo. Incluso su poder se había desvanecido, llevándose consigo la fría calma y resistencia sobrenatural de Noshern. Estaba aterrorizado, cansado y medio muerto. Pero no podía rendirse, no ahora que estaba tan cerca de ganar el mundial. No, no lo haré.
Estrellita respondió a su decisión cerrando sus colmillos en torno al cuello del carnicero en una presa mortal. La horrible bestia intentó liberarse, pero esta vez sus frenéticos movimientos no fueron suficiente. Con cada instante que pasaba, las fauces de Estrellita se cerraban más y más. Una sonrisa de anticipación empezó a formarse en los labios de Nero.
Una sonrisa que se borró de golpe cuando una espada carmesí de una decena de metros de largo atravesó la cabeza del dragón de guerra.
No. Los ojos de Estrellita parpadearon una vez, sorprendidos, antes de apagarse. No puede ser. Nero soltó un respingo cuando las patas de la bestia cedieron y su gigantesco cuerpo se derrumbó sobre el suelo, sus colmillos aun atrapando al carnicero incluso después de su muerte.
La sangre corría como un río por el cuerpo destrozado de Magnus; sangre a partir de la cual había creado la espada con la que había atravesado el cráneo del dragón. Incluso con un brazo aplastado como una rama rota, las piernas machacadas y las costillas atravesándole la piel, el viajero de la Torre seguía aferrándose a la vida.
Nero estaba demasiado aturdido, demasiado derrotado para reaccionar cuando la espada se desvaneció y Magnus le apuntó con la palma de la mano abierta, sus dedos manchados de rojo. Sólo fue después, cuando Miska aplastó la cabeza de Magnus con una piedra, que se dio cuenta del martilleo de su corazón contra su pecho.
El dragón carnicero rugió vengativo y se abalanzó hacia adelante, sin importarle que los colmillos de Estrellita le destrozasen el cuello mientras se liberase de su presa. Majestad rugió a su vez y se acabó de liberar de los escombros, saltando para interceptar a la bestia más pequeña.
Pero ya era demasiado tarde.

Las fauces del dragón se cerraron sobre Miska.

3 comentarios:

  1. Hola,

    La verdad es que la sucesión de golpes definitivos que se da a partir de la mitad de esta parte me ha dejado descolocado. La narración transmite sensación de fugacidad, todo sucede en un momento y todo lo que sucede es definitivo. Los golpes se dan sin avisos, amenazas ni bravatas antes de destrozar a los enemigos. En ese sentido me ha gustado, lo único que he echado en falta es alguna referencia espacial, sobretodo cuando Majestad aplasta a Magnus y cuando este atraviesa la cabeza de Estrellita. Supongo que si describieras demasiado se perdería inmediatez, pero a veces también da la sensación que las cosas se suceden demasiado rápido, al menos a mi me lo ha parecido.
    No me esperaba para nada que Miska fuera a morir, pero supongo que un final feliz no hubiera sido coherente.

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    1. Por cierto, Valeria sigue molando. El momento "lo apuñalo por si acaso" esta muy bien

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  2. Hola Jaime,
    Escenas de acción a saco, que llegamos al final de la saga. Pensaré en lo que dices, de introducir algo más de descripción para, sin enlentecer el ritmo, que quede todo más claro.
    Valeria siempre ha molado! Y molará!

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