El
cuchillo cortó las dos arterias del cuello de Melías. La sangre brotó y el
especial abrió la boca para gritar, pero Valeria se lo impidió con su mano izquierda
al tiempo que le apuñalaba en el corazón varias veces con la diestra. Puede que
fuese excesivo, pero no quería tomar riesgos con un viajero de la Torre. El hombre
se retorció mientras lo sujetaba, sus pies pataleando a pesar de las heridas
mortales, resistiéndose con un vigor inhumano. Pero su sangre manaba en
abundancia y con ella se iban sus fuerzas. Unos segundos más tarde exhaló su
último aliento y Valeria lo dejó caer al suelo del balcón.
Nadie
había visto el asesinato, nadie a excepción de un solitario dragón verde y el
grupo de periodistas que transportaba sobre su espalda.
-Bien
hecho –dijo Peter en su oído a través del Peter-transmisor.
No
muy lejos, un dragón rugió de furia.
******
En
el rostro desfigurado por las cicatrices de Magnus apareció la sombra de una sospecha.
Lo sabe, pensó Nero/Noshern. Por suerte, ya era
demasiado tarde. Estrellita alzó su enorme cabeza, mostrando los colmillos en
un gesto desafiante en el que no había ni una pizca del dolor que a duras penas
conseguía aguantar hacía sólo unos instantes atrás.
Valeria
debía haber matado a Melías, el viajero
de la Torre que inmovilizaba a los dragones con su poder. El plan había sido un
éxito.
La
idea se le había ocurrido a Nero después que Peter le explicase la situación, y
aunque sencillo no era por ello menos arriesgado. Atacar a Magnus, atrayendo la
atención de su dragón para dejar desprotegido a Melías mientras daba tiempo a
Valeria para que se le acercase sigilosamente y lo matase. Para ayudar a la
antigua caza-recompensas, Nero le había entregado su Peter-transmisor y le
había dado instrucciones para que se dejase ver por los periodistas, para que
de esta manera Peter pudiese deducir sus intenciones y guiar a Valeria hasta su
objetivo.
Muchas suposiciones, muchas variables que
podían salir mal, pero al final lo habían conseguido. Noshern levantó un pelo
la comisura del labio superior en lo que era, para un monstruo como él, una
sonrisa de triunfo.
Entonces
el dragón carnicero de Magnus atacó.
Sus
fauces se cerraron sobre el aire cuando Estrellita retrocedió, con más torpeza
que agilidad, sus enormes patas luchando por conseguir un buen punto de apoyo
entre las ruinas del edificio. El carnicero la persiguió de un salto y le cruzó
el pecho de un veloz zarpazo, destrozando escamas y carne y dejando una
profunda herida por la que empezó a manar la sangre. El dragón de guerra intentó
contraatacar con un mordisco, pero fue rechazada por el golpe de uno de los
látigos carmesí de Magnus.
Está débil,
pensó Noshern, analizando fríamente la situación durante la breve pausa entre
los ataques. El dragón de guerra jadeaba, la lengua sibilina colgando por sus
fauces abiertas. Estrellita había sufrido multitud de heridas, perdido mucha
sangre y forzado su cuerpo a actuar estando bajo el efecto del poder torturador
de Melías. Era lógico que tanto sus reflejos como su fuerza hubiesen
disminuido. Seguramente, era sólo gracias a la voluntad de servir a su amo que la
bestia se mantenía en pie.
Pero
la voluntad, incluso de un dragón de guerra, tiene un límite.
Con
un chasquido el látigo de Mangus se movió como un fugaz destello, demasiado
rápido para seguirlo con la vista. Estrellita aulló de dolor cuando su ojo
izquierdo estalló en una nube de sangre, gotas calientes rociando el rostro de
Noshern. Antes de que el dragón de guerra pudiese devolver el golpe, el
carnicero de Magnus se interpuso entre su amo y ella, siseando mientras
revelaba sus colmillos.
En unos segundos Magnus volverá a
atacar con sus látigos. No puedo permitir que siga desgastando a Estrellita. Noshern
parpadeó para limpiarse la sangre que le caía sobre los ojos, sus manos
sujetando con firmeza las riendas de Estrellita para transmitir seguridad a la
bestia. Su mente analítica observó la situación y el entorno que les rodeaba,
buscando alguna manera de derrotar al carnicero y al peligroso viajero que se
escondía tras él, calculando cientos de movimientos en un instante sin llegar a
ninguna conclusión satisfactoria.
Entonces
fue cuando reparó en ella, en la mujer de pelo azul que aún seguía de rodillas
al lado del cadáver de su hermano. Se había apartado cuando Estrellita atacó a
Magnus, pero había regresado junto a Ronick y ahí permanecía, detrás del loco
viajero, olvidada como una pieza eliminada en un tablero de damas. Noshern/Nero
la miró durante un segundo que se detuvo en el tiempo, recordando su primer
encuentro, su enfrentamiento en aquella carrera amistosa, su charla casual en
aquel teatro y toda la pantomima de su falsa relación. Como si pudiese de
alguna manera sentir su atención, Miska levantó la cabeza y le devolvió la
mirada. Al principio no había nada salvo indiferencia en su rostro
ensangrentado, pero luego Miska le reconoció y algo cambió. En el único ojo que
le quedaba, vacío hasta ese momento de cualquier emoción, una chispa ardió con una
intensidad aterradora.
Venganza.
Miska
se puso de pie, y el rugido de furia del dragón de guerra Majestad la siguió.
La poderosa bestia, aún medio enterrada entre los escombros del edificio que
ella misma había derribado, levantó una zarpa y aplastó con la fuerza de un
titán a Magnus.
El
dragón carnicero chilló ante la muerte de su amo, un sonido agudo y chirriante
que le puso los pelos de punta a Nero, y se dio la vuelta para atacar a Miska.
El
actor no podía dejar escapar esta oportunidad. Ahora. Estrellita sacó fuerzas de flaqueza y se abalanzó sobre la
bestia más pequeña, aplastándola contra el suelo más por su peso que por la
energía tras su ataque. El carnicero se revolvió como un tigre acorralado, todo
furia y garras, y rasgó la pierna herida del dragón de guerra haciéndolo
chillar de dolor.
Nero
apretó los dientes, sintiendo casi como propio el nuevo corte en la carne de
Estrellita. Él mismo presentaba numerosas heridas, sangrando por la cabeza y
por el brazo allá por donde se le habían clavado las escamas, así como
contusiones y moratones por todo el cuerpo. Incluso su poder se había
desvanecido, llevándose consigo la fría calma y resistencia sobrenatural de
Noshern. Estaba aterrorizado, cansado y medio muerto. Pero no podía rendirse,
no ahora que estaba tan cerca de ganar el mundial. No, no lo haré.
Estrellita
respondió a su decisión cerrando sus colmillos en torno al cuello del carnicero
en una presa mortal. La horrible bestia intentó liberarse, pero esta vez sus
frenéticos movimientos no fueron suficiente. Con cada instante que pasaba, las
fauces de Estrellita se cerraban más y más. Una sonrisa de anticipación empezó
a formarse en los labios de Nero.
Una
sonrisa que se borró de golpe cuando una espada carmesí de una decena de metros
de largo atravesó la cabeza del dragón de guerra.
No.
Los ojos de Estrellita parpadearon una vez, sorprendidos, antes de apagarse. No puede ser. Nero soltó un respingo
cuando las patas de la bestia cedieron y su gigantesco cuerpo se derrumbó sobre
el suelo, sus colmillos aun atrapando al carnicero incluso después de su
muerte.
La
sangre corría como un río por el cuerpo destrozado de Magnus; sangre a partir
de la cual había creado la espada con la que había atravesado el cráneo del
dragón. Incluso con un brazo aplastado como una rama rota, las piernas machacadas
y las costillas atravesándole la piel, el viajero de la Torre seguía aferrándose
a la vida.
Nero
estaba demasiado aturdido, demasiado derrotado para reaccionar cuando la espada
se desvaneció y Magnus le apuntó con la palma de la mano abierta, sus dedos
manchados de rojo. Sólo fue después, cuando Miska aplastó la cabeza de Magnus
con una piedra, que se dio cuenta del martilleo de su corazón contra su pecho.
El
dragón carnicero rugió vengativo y se abalanzó hacia adelante, sin importarle
que los colmillos de Estrellita le destrozasen el cuello mientras se liberase
de su presa. Majestad rugió a su vez y se acabó de liberar de los escombros, saltando
para interceptar a la bestia más pequeña.
Pero
ya era demasiado tarde.
Las
fauces del dragón se cerraron sobre Miska.
Hola,
ResponderEliminarLa verdad es que la sucesión de golpes definitivos que se da a partir de la mitad de esta parte me ha dejado descolocado. La narración transmite sensación de fugacidad, todo sucede en un momento y todo lo que sucede es definitivo. Los golpes se dan sin avisos, amenazas ni bravatas antes de destrozar a los enemigos. En ese sentido me ha gustado, lo único que he echado en falta es alguna referencia espacial, sobretodo cuando Majestad aplasta a Magnus y cuando este atraviesa la cabeza de Estrellita. Supongo que si describieras demasiado se perdería inmediatez, pero a veces también da la sensación que las cosas se suceden demasiado rápido, al menos a mi me lo ha parecido.
No me esperaba para nada que Miska fuera a morir, pero supongo que un final feliz no hubiera sido coherente.
Por cierto, Valeria sigue molando. El momento "lo apuñalo por si acaso" esta muy bien
EliminarHola Jaime,
ResponderEliminarEscenas de acción a saco, que llegamos al final de la saga. Pensaré en lo que dices, de introducir algo más de descripción para, sin enlentecer el ritmo, que quede todo más claro.
Valeria siempre ha molado! Y molará!